
Grupos de personas en esa situación montaron
campamentos de protesta.
La respuesta de las autoridades fue simplemente demontarlos alegando
razones de seguridad y de salud. Los manifestantes son principalmente de
Iraq y Somalia, pero también hay de Irán, Afganistán, Eritrea, Etiopía y
Sudán.
Muchos iraquíes aceptaron una oferta del ministro de Integración, Gerd Leers, de enviarlos a un centro de refugiados oficial. Pero no saben qué pasará después.
“Hablamos con sus representantes”, indicó Hadi Abu Sanad, portavoz de
los manifestantes iraquíes en Ter Apel, en el norte de Holanda. “El
ministro hará todo lo posible para mandarnos de vuelta, nos dijo. Pero
sabemos que el gobierno iraquí mantendrá su postura de que nadie puede
ser obligado a regresar a Iraq”, añadió.
“Nunca firmaremos de forma voluntaria regresar a nuestro país. Pero
queremos mostrar que no somos provocadores. Respetamos a las
autoridades, y esperamos que esto las ayude a encontrar soluciones para
nosotros”, apuntó. ”Volver a Iraq es como una deportación”, indicó
Mustafa, un iraquí que no quiso dar su verdadero nombre y que habla
perfectamente holandés. “Estoy casado con una holandesa, tenemos un hijo
y esperamos otro. No tengo adonde ir en Iraq ni razón para vivir allí”,
añadió.
El iraní Seyed perdió las esperanzas. Hace un año terminó el trámite
para solicitar asilo, sin éxito. ”Me hice cristiano en Irán y eso me
creó muchos problemas. Todo es imposible para mí allí. Conté con ayuda
de una iglesia algunos meses, pero qué puedo hacer saber. No sé. No tengo futuro aquí porque el gobierno no me cree que soy cristiano”, declaró.
El centro del problema es la llamada
“política de retorno”, que no es realista, indicó Anne-Els Jansen, de
Vluchtelingenwerk, el Consejo Holandés para los Refugiados.
“Muchas personas que no obtienen permiso son verdaderos refugiados,
que temen por su vida en sus propios países. Nunca regresarán. Además,
muchas de ellas fueron aceptadas de forma temporal, porque su país fue
considerado demasiado peligroso”, añadió. ”Ese es el caso de muchos de
los iraquíes del campamento de protesta. Su permiso no fue ampliado
porque su país ahora es considerado seguro. Pero algunas regiones
todavía son muy peligrosas. Mueren entre 300 y 400 personas al mes”,
remarcó.
Cuando los solicitantes de asilo no reciben el estatus refugiados y no quieren regresar a su país, simplemente son expulsados del centro de residencia oficial.
“Son acompañados hasta el portón y enviados a la calle”, indicó Jansen.
“Pero incluso la gente que coopera para regresar suele ser abandonada a
su suerte, por ejemplo porque no pueden probar quienes son o porque su
país está en guerra”, apuntó. ”Ese es el problema de los somalíes en el
campamento de protesta. Las autoridades no lograron regresar a uno de
ellos a su país debido a la guerra civil. Es un escándalo cómo los trata
el gobierno. Creen que es responsabilidad de la persona regresar, pero
eso es imposible”, añadió.
Todos los años, unos 5.000 solicitantes de asilo “quedan con destino
desconocido”, como se los considera oficialmente. No queda claro cuántos
de ellos permanecen en Holanda. Muchos son detenidos
cada tanto cuando la policía los encuentra, pero suelen ser liberados
después de semanas o meses si la deportación sigue siendo imposible.
El gobierno derechista redactó este año una ley para penalizar
dicha ilegalidad. Cuando una persona reciba la orden de abandonar el
país, no podrá quedarse más. Las que no tengan pasaporte serán multadas o
detenidas.
“La política de retorno no es realista y deja a la
gente desesperada y sin perspectivas”, indicó Jansen. “Todo queda en
manos de la persona. Pero muchas ni siquiera pueden tratar de regresar
ni viajar a otro país porque no tienen documentos. Están literalmente
varadas”, añadió.