07 julio 2012

Guirigay en Cochabamba

Por Álvaro Vargas Llosa

Acaba de realizarse la 42 Asamblea General de la OEA en Cochabamba, Bolivia. Es la reunión anual cumbre de este organismo, en teoría el más importante del hemisferio occidental. Se suponía que iban a hablar de seguridad alimentaria, asunto harto importante en una región donde todavía hay 60 millones de personas subalimentadas, de las cuales la tercera parte son niños. Pero (me temo que muchos lo previmos) no se dedicaron a hablar de eso los dignatarios reunidos allí, al menos no los de los países que más sobresalen en estas cosas. ¿Y de qué hablaron? Básicamente de cómo impedir que los ciudadanos que ven agotadas sus posibilidades de que se les haga justicia en sus propios países acudan a una instancia interamericana y de cómo impedir que un organismo dependiente de ella que se ocupa del tema de la libertad de expresión llame la atención a los gobiernos que la vulneran. Todo esto en medio de gestos contra Estados Unidos, como el abandono por parte de los países del ALBA –la alianza populista dirigida por Venezuela y en la trastienda Cuba— de un tratado defensivo continental.

Aunque se aprobó una Carta Social, que se suma a la Carta Democrática Interamericana ya existente, su contenido es tan lírico y su falta de aplicación práctica tan evidente que es improbable que tenga un seguimiento por buen tiempo. Lo que en cambio sí quedó muy claro es que para un conjunto de países empeñados en deteriorar las instituciones republicanas y hacer campear el autoritarismo el enemigo es la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Ocurre que en este esfuerzo tienen la simpatía, a veces abierta y a veces solapada, de muchos gobiernos respetables de centro izquierda y centro derecha a los que también incomoda este organismo autónomo de la OEA.

Brasil, que fue denunciado hace algún tiempo por la construcción de una hidroeléctrica, y Perú, que acumula una serie de denuncias allí por razones varias, algunas más discutibles que otras, son sólo dos casos. Ven con buenos ojos la idea de reformar el organismo a fondo y les viene bien que los gobiernos populistas lleven la voz cantante mientras ellos sonríen en la trastienda.

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