Se ha convertido en un tópico el decir que la educación, por ejemplo la
que se da en la escuela o en la familia, cambia el mundo y acaba con la
pobreza. Y, ciertamente, la educación, sea en la familia o en la
escuela, es una realidad vital e imprescindible para un mundo mejor, más
justo y liberado de todo mal e injusticia como es la pobreza. Pero junto a la acción educativa y formativa, que posibilita “dar la caña de (enseñar a) pescar”, hace falta ineludible y constitutivamente la dimensión sociopolítica-estructural.
Esto es, que “haya peces porque no los han robado, que se puedan
intercambiar a un valor justo, que el río donde se encuentran los peces
no estén contaminados, etc.” Lejos de todo simplismo e individualismo,
tenemos que dotarnos de una visión compleja, amplia y global,
crítica-ética (profética), de la realidad social e histórica con la
mediación de las ciencias sociales o humanas, del pensamiento social y político…
Por Agustín Ortega Cabrera
Foto de Francisco Campos sj
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