21 junio 2016

Cuando el odio y la religión impiden ver a la persona - por @elmayo

Cuando Tommy Mair encaró a Jo Cox, no quiso ver a la persona que tenía enfrente. Probablemente no intercambió miradas con la diputada inglesa. Cegado por la radicalidad de sus convicciones ideológicas y odios, Tommy apuñaló y disparó mientras gritaba consignas y acusaba a Jo de traidora.  Jo Cox fue una mujer comprometida con su país y se involucró en diferentes ONG con el deseo de hacer algo por el mundo. Fue directiva de Oxfam y posteriormente entró en el terreno político. Era madre de dos hijos. Sus familiares y amistades la describen como un gran ser humano. Ahora la lloran.
Cuando Omar Mateen entró en el bar Pulse de Orlando, no vio a grupos de personas conviviendo y festejando. Cegado por la radicalidad de sus convicciones religiosas y odios, Omar disparó contra quienes se permitían ser y hacer lo que él, por sus complejos y traumas, no se permitía. Mató a 49 personas e hirió a otras 50, es decir, ha dejado llorando a 100 familias, incluida la suya.
Hay semanas en que el mundo parece que enloquece. Ver o leer noticias deja a uno sin esperanza. No todo está perdido, cierto, pero remontar el marcador de la sinrazón no es fácil. Una pregunta me da vueltas: ¿qué hay que hacer desde cada religión para no atizar los fuegos del odio y generar ambientes de mayor respeto y fraternidad? Creo que la clave está en apostar más por el diálogo, la inteligencia y no dejar de ver a las personas afectadas y a las víctimas concretas.

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