Al anochecer en el Paso de Calais un grupo de emigrantes
se quema las yemas de los dedos con hierro al rojo vivo, para eliminar
el rastro de sus huellas dactilares. Así no serán identificados y por lo
tanto excluidos por las autoridades europeas. Recuerdo la escena como
si fuera hoy mismo, cuando la vi en la película documental
(¡impresionannnte!) “Qu’ils reposent en révolte” de Sylvian George sobre el desalojo de Calais del año 2009 y leí la excelente crítica de Sergio Fernández. La he vuelto a leer al hilo de la tragedia de estos días en el paso del Canal de la Mancha.
Tras la lectura que contextualiza, veo de cerca las imágenes de
los recientes sucesos de expulsión de migrantes en el Paso de Calais
en la autopista, que enlaza Francia e Inglaterra a través del Canal de
la Mancha. En ellas se observaban unas sombras sigilosas agarradas de
manera inverosímil a no sé dónde del techo de un gran camión que entraba
en el túnel. En esta lucha por la libertad, el techo del camión es la
herramienta para encontrar otro techo (que proteja), un trabajo, una tierra y un pan con dignidad. Ya han muerto nueve inmigrantes desde junio de este año. Y cerca de 600 niños
–por los mil medios que la creatividad humana encuentra para atravesar
el Canal- han solicitado refugio desde enero de este año. Tres veces más
que el año pasado.
Por José Luis Pinilla sj
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