La solidaridad más importante en nuestras sociedades no es de tipo ético sino político.
No consiste en una disposición personal que nos lleva a "ser
solidarios” con el prójimo en necesidad, sino en unas estructuras
políticas que nos hacen vivir con los otros: que nuestro dinero respalde sus posibilidades en la vida a través de los impuestos y servicios públicos.
De lo que hacemos cada uno de nosotros por los enfermos graves, mucho
más se debe a nuestras cotizaciones al Seguro y los impuestos con que
financiamos dispensarios y hospitales públicos, que a nuestros donativos
a la Cruz Roja, la Asociación contra el Cáncer o Médicos sin Fronteras.
Esto es obvio, por más que la publicidad de las ONG y de la Iglesia
insista en mostrarnos la cara voluntaria (que ciertamente existe) de la
solidaridad. Sembrando esa conciencia aspiran a recaudar directamente
del público. Está bien pero no debe confundirnos. Que solo las universidades privadas utilicen publicidad para anunciarse, no quita que más del 85% de los estudiantes españoles vayan a universidades públicas. La comunicación comercial aporta al conocimiento de la realidad, a condición de que no se la confunda con la verdad completa. Para comprender la realidad, lo que la publicidad calla es a menudo más importante que lo que dice.
Por Raúl González Fabre sj
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