18 junio 2015

'Creer en Dios es un acto de fe que la ciencia no puede demostrar'

¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? El biólogo Francisco J. Ayala (Madrid, 1934) lleva toda su carrera científica intentando obtener respuestas para estas cuestiones que desde siempre han intrigado a los seres humanos. Estas tres preguntas han sido las elegidas por Ayala, que reside en EEUU desde hace medio siglo, para titular su última obra, editada por Alianza. El científico madrileño no es de los que se jubilan. A sus 81 años sigue plenamente activo, dando clases en la Universidad de California Irvine y escribiendo libros (recientemente ha publicado también Evolución para David en la editorial Laetoli). «En EEUU no hay obligación de jubilarse. Sus leyes prohíben discriminar a nadie por razones de sexo, color o edad. Es estupendo», señala durante una entrevista con EL MUNDO en Madrid.
P. Sostiene que la evolución humana no ha terminado y que, por primera vez en la historia, el hombre tiene la capacidad de controlar esa evolución. ¿Cómo ve un biólogo evolutivo como usted el desarrollo de la ingeniería genética?
R. Dentro de unos años podremos cambiar el gen mismo. Hoy en día se pueden hacer correcciones parciales para tratar enfermedades. Por ejemplo, la anemia falciforme, que afecta a la configuración de los glóbulos rojos y la sufre entre el 15 y 20% de la población en África tropical. Los afectados suelen vivir hasta la juventud pero hay una terapia que consiste en introducir un gen en células madre para que el individuo pueda producir glóbulos rojos. Hemos logrado corregir el gen en las células del cuerpo, pero no en las células sexuales, por lo que se transmitirá a su descendencia. Este gen protege contra la malaria. La malaria es la enfermedad más perjudicial del mundo, aunque compite con algunas más. Cada año mata a más de medio millón de niños en África Tropical y millones de adultos sufren fiebres muy altas. Su impacto económico es muy alto. Será cuestión de años que podamos corregir las células germinales, que dan lugar a los óvulos y el esperma. Quizás una década. 
Por Teresa Guerrero

No hay comentarios: