Al hilo del accidente de avión en Los Alpes, y la cobertura mediática de
estos días, pienso que, una vez más, es desmesurada la reacción y
énfasis de los medios de comunicación. No sé, quizás es porque el
público lo demanda y hoy todo el mundo quiere ver cualquier cosa que
tenga relación con el vuelo, las víctimas...
Los telediarios se convierten en un monotema, dedicando prácticamente la integridad de sus contenidos al accidente (probablemente solo se salven de la quema los deportes, y aún ahí recogerán un tuit o la declaración de condolencia de algún futbolista). Se le dará la vuelta del derecho y del revés a la misma información. Buscando todas las posibles aproximaciones. Tratando de mostrar cualquier aspecto que pueda tener alguna vinculación, aunque sea traída por los pelos, con las víctimas, sus familias, los escenarios de la noticia... historias "de interés humano", testimonios emocionales, gente compungida, vecinos de la localidad, el currículum del piloto, el relato de alguien que cambió de vuelo y salvó la vida. Reportajes sobre seguridad aérea, las cajas negras, estadísticas de la aviación y sus tragedias. Declaraciones de líderes políticos. Reportajes sobre otros accidentes similares. Explicaciones de los psicólogos sobre el duelo. Y sigue. Y sigue. Y sigue. Y te da la sensación de que la línea que separa información de avidez, preocupación de morbo, es demasiado estrecha.
Y por unos días parece que no ocurre nada más en el mundo. O, si ocurre, como que no interesa o interesa menos. Después, dentro de unos días, se dejará de hablar del Airbus A320 con la misma celeridad con que ha entrado en la agenda pública.
Así vivimos, con un mundo que de todo hace un espectáculo.
Y no, no me convence esa dinámica.
Los telediarios se convierten en un monotema, dedicando prácticamente la integridad de sus contenidos al accidente (probablemente solo se salven de la quema los deportes, y aún ahí recogerán un tuit o la declaración de condolencia de algún futbolista). Se le dará la vuelta del derecho y del revés a la misma información. Buscando todas las posibles aproximaciones. Tratando de mostrar cualquier aspecto que pueda tener alguna vinculación, aunque sea traída por los pelos, con las víctimas, sus familias, los escenarios de la noticia... historias "de interés humano", testimonios emocionales, gente compungida, vecinos de la localidad, el currículum del piloto, el relato de alguien que cambió de vuelo y salvó la vida. Reportajes sobre seguridad aérea, las cajas negras, estadísticas de la aviación y sus tragedias. Declaraciones de líderes políticos. Reportajes sobre otros accidentes similares. Explicaciones de los psicólogos sobre el duelo. Y sigue. Y sigue. Y sigue. Y te da la sensación de que la línea que separa información de avidez, preocupación de morbo, es demasiado estrecha.
Y por unos días parece que no ocurre nada más en el mundo. O, si ocurre, como que no interesa o interesa menos. Después, dentro de unos días, se dejará de hablar del Airbus A320 con la misma celeridad con que ha entrado en la agenda pública.
Así vivimos, con un mundo que de todo hace un espectáculo.
Y no, no me convence esa dinámica.
Por J.M. Rodríguez Olaizola sj
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