Evangelio del Domingo por Odres Nuevos
Domingo XI del Tiempo Ordinario – Ciclo B
Domingo 17 de Junio de 2012
Evangelio: (Mc 4, 26-34)
En aquel tiempo, Jesús dijo a la
multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre
siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin
que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola,
va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después
los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el
hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos
el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una
semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las
semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los
arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su
sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes
les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían
entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les
explicaba todo en privado.
Palabra del Señor
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Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mc 4, 26-34
José Antonio Pagola
Mc 4, 26-34
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CON HUMILDAD Y CONFIANZA
A Jesús le preocupaba mucho que sus
seguidores terminaran un día desalentados al ver que sus esfuerzos por
un mundo más humano y dichoso no obtenían el éxito esperado. ¿Olvidarían
el reino de Dios? ¿Mantendrían su confianza en el Padre? Lo más
importante es que no olviden nunca cómo han de trabajar.
Con ejemplos tomados de la experiencia de
los campesinos de Galilea, les anima a trabajar siempre con realismo,
con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al
Reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja
él.
Lo primero que han de saber es que su
tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados.
No les han de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención
se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han
de ser sembradores. Nada más.
Después de siglos de expansión religiosa y
gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el
gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador que sale
siempre a recoger frutos y entrar en la lógica paciente del que siembra
un futuro mejor.
Los comienzos de toda siembra siempre son
humildes. Más todavía si se trata de sembrar el Proyecto de Dios en el
ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o
clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e
insignificante como “un grano de mostaza” que germina secretamente en el
corazón de las personas.
Por eso, el Evangelio solo se puede
sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas
parábolas. El Proyecto de Dios de hacer un mundo más humano lleva dentro
una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador.
Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo
humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.
En la Iglesia no sabemos en estos
momentos cómo actuar en esta situación nueva e inédita, en medio de una
sociedad cada vez más indiferente a dogmas religiosos y códigos morales.
Nadie tiene la receta. Nadie sabe exactamente lo que hay que hacer. Lo
que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza
de Jesús.
Tarde o temprano, los cristianos
sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo
la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada
de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el
Evangelio como inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros
esfuerzos pastorales, sino engendrada por él.
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