En estos días de junio 2015 seguíamos con preocupada emoción tu estado
de salud y el 14 nos llegó la esperada noticia de tu Pascua que nunca
queríamos recibir… pero tu vida pertenecía al Señor –bien lo sabías
porque lo habías hecho realidad- y cómo no ibas a aceptar que El
dispusiera tu partida cuando quisiera.
A lo largo de este año te
hemos recordado, mejor dicho te hemos tenido ininterrumpidamente
presente; esa ausencia se ha hecho gran presencia en el corazón porque
es verdad que el amor es más fuerte que la muerte.
En los muchos y
variados avatares de la historia cotidiana, allí y aquí, en tu querida
República Dominicana, en América Latina y en Europa, y en España y en
todas partes, la vida continúa entre luces y sombras, sin robarnos los
sueños, al contrario, ofreciéndonos multitud de retos y desafíos
apostólicos que dan mucho sentido a nuestra vocación-misión, a pesar de
que muchas veces nos vemos tentadas a desistir por la desproporción
entre lo que soñamos y los medios, pero ahí también te veo y escucho:
“vale la pena seguir, la entrega de la vida no se pierde, dar todo es lo
mejor que nos puede pasar, es una gozada”…
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