09 mayo 2016

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº316

Carta nº 316     Mayo 1906
“Que Dios me dé paciencia para sufrir por su amor todas las pruebas que se digne enviarme y, si conviene, que me quite el catarro, que ya estaba mejor, pero se me renovó otra vez y está muy fuerte”

            En pleno mes de mayo, en plena primavera… la M. Cándida nos habla de paciencia. Puede parecer una contradicción (primavera-paciencia), pero no es así. Puede ocurrir como le pasó al pequeño caracol:

            “¡Cuantísima paciencia desarrolla el caracol con su casita a cuestas! Aquel pequeño caracol emprendió la ascensión a un cerezo en un desapacible día de finales de primavera. Al verlo, unos gorriones de un árbol cercano estallaron en carcajadas: “¿no sabes que no hay cerezas en esta época del año?” El caracol, sin detenerse, replicó: “no importa, ya las habrá cuando llegue arriba”. Llegara o no el caracol ya las anticipaba en  su imaginación comenzando a subir con suma modestia. La paciencia es la semisuma de un trabajo modesto y de una imaginación potente, es decir, de una mirada positiva y propositiva.

            Cuando las sociedades incitan al triunfo rápido, hay que recordar que la verdadera fuerza procede del interior, del modesto esfuerzo que recorre centímetro a centímetro, y que quien ríe en viernes puede llorar domingo”.

            Lo que pide la M, Cándida es paciencia para poder darle sentido al sufrimiento que supone caminar con Cristo y para Cristo. Como el pequeño caracol que imaginaba lo que le costaría llegar a su meta. La segunda parte de la petición es sencillamente natural. Cuando la leí no puede evitar una sonrisa de complicidad y asentimiento. Una recaía de una catarro es muy molesta, pero me lo quiete, si conviene. Qué bueno. Sencillez y capacidad de expresar con un simple ejemplo lo que hay detrás de una petición vital: paciencia para sufrir POR SU AMOR todo lo que venga. Ese es el objetivo de la M. Cándida como lo eran las cerezas para el caracol.

            Porque la virtud de la paciencia “son como las estalactitas y estalagmitas de la vida, son como un bon sai”


            Y de ella debemos ser testigos, de esta virtud y del evangelio. Y todo esto nos llevará a vivir con alegría, a volver cada día con alegría, a salir de nuestro confort y tranquilidad (Jerusalén) y salir a donde nos llame Dios (Betania) y recibir su bendición  para volver donde debemos estar.



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