Carta nº 316 Mayo 1906
“Que Dios me dé paciencia para sufrir por su amor todas las pruebas que
se digne enviarme y, si conviene, que me quite el catarro, que ya estaba mejor,
pero se me renovó otra vez y está muy fuerte”
En
pleno mes de mayo, en plena primavera… la M. Cándida nos habla de paciencia.
Puede parecer una contradicción (primavera-paciencia), pero no es así. Puede
ocurrir como le pasó al pequeño caracol:
“¡Cuantísima paciencia desarrolla el caracol
con su casita a cuestas! Aquel pequeño caracol emprendió la ascensión a un
cerezo en un desapacible día de finales de primavera. Al verlo, unos gorriones
de un árbol cercano estallaron en carcajadas: “¿no sabes que no hay cerezas en
esta época del año?” El caracol, sin detenerse, replicó: “no importa, ya las
habrá cuando llegue arriba”. Llegara o no el caracol ya las anticipaba en su imaginación comenzando a subir con suma
modestia. La paciencia es la semisuma de un trabajo modesto y de una
imaginación potente, es decir, de una mirada positiva y propositiva.
Cuando las sociedades
incitan al triunfo rápido, hay que recordar que la verdadera fuerza procede del
interior, del modesto esfuerzo que recorre centímetro a centímetro, y que quien
ríe en viernes puede llorar domingo”.
Lo que pide la M,
Cándida es paciencia para poder darle sentido al sufrimiento que supone caminar
con Cristo y para Cristo. Como el pequeño caracol que imaginaba lo que le
costaría llegar a su meta. La segunda parte de la petición es sencillamente
natural. Cuando la leí no puede evitar una sonrisa de complicidad y
asentimiento. Una recaía de una catarro es muy molesta, pero me lo quiete, si
conviene. Qué bueno. Sencillez y capacidad de expresar con un simple ejemplo lo
que hay detrás de una petición vital: paciencia para sufrir POR SU AMOR todo lo
que venga. Ese es el objetivo de la M. Cándida como lo eran las cerezas para el
caracol.
Porque
la virtud de la paciencia “son como las
estalactitas y estalagmitas de la vida, son como un bon sai”
Y de ella debemos
ser testigos, de esta virtud y del evangelio. Y todo esto nos llevará a vivir
con alegría, a volver cada día con alegría, a salir de nuestro confort y
tranquilidad (Jerusalén) y salir a donde nos llame Dios (Betania) y recibir su
bendición para volver donde debemos
estar.
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