Carta nº 317 Mayo
1906
“Esto es, hija mía, lo que debemos procurar, para que después de esta
vida podamos cantar las eternas alabanzas en el cielo, y allí estemos reunidos
para no separarnos jamás”
Me
quedo con la frase “lo que debemos procurar”. Y me quedo con esta primera parte
de la perla sin dejar de tener en cuenta que la segunda es tan importante como
la primera. El “después” es importante, pero no tiene mucho sentido sin el
antes, y en esto entra “lo que debemos procurar”.
¿Qué
es, M. Cándida, lo que debemos procurar? ¿Qué es lo que debemos hacer? ¿Dónde
podemos mirar ese guion? Y muchas más preguntas que le haría sentados en algún
rincón de cualquier colegio. ¡Lo que me gustaría poder hacerlo! Son muchos los
ratos que hemos hablado de esta forma (perlas y cartas), que en definitiva no
es más que un diálogo constructivo, y digo bien, diálogo. Vivimos momentos de
incertidumbres educativas (sinceramente como tantos otros en otras épocas),
momentos de tensiones provocadas por muchos interesados en incendiar las
trincheras de concertados y públicos. Vaya tiempo perdido, vaya idioteces. Hay
que defender lo que creemos, hay que reivindicar lo que pensamos, pero que no
se nos vaya de la mano con el enfrentamientos entre religiosos y ateos,
públicos o concertados, blancos o negros, altos o bajos; no tiene sentido.
¿Qué
es, M. Cándida, lo que debemos procurar? No es fácil. Pero está escrito y tú lo
leíste igual que nosotros lo leemos ahora. Otra cosa es entenderlo y querer
seguirlo. Se trata de una buena noticia para todos, que excluye a quienes se
sienten privilegiados por el hecho de ser de la familia, que busca cuidar a los
más pobres, dando igual el tipo de pobreza que sea, que no aísla a nadie por
ninguna razón, que hace que entregar la vida a ese proyecto sólo traiga
felicidad. Perdón, que todavía no lo he escrito: es el evangelio.
Ese
evangelio que habla de hoy y de mañana, que nos marca lo que debemos hacer hoy
y nos dice que mañana “estaremos todos reunidos para no separarnos jamás”. ¡Qué
sencillo entender y qué difícil hacer!
¡Qué fácil es entender que lo importante es la unidad y qué difícil es ponerla
por encima de otros intereses!
Busquemos
la unidad, esa que nace de la fuerza de Pentecostés, esa que hace que lo tuyo
sea importante hasta que descubres que no es tan bueno dejar personas por el
camino, esa fuerza que anuncia y respeta la libertad de los demás. Y todo esto,
repito, es evangelio, es noticia que salva y hace feliz. Y esto es lo que
quiero procurar. El “después” es de Dios.
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