14 junio 2015

A DIOS le GUSTA la MOSTAZA

Entre los árboles del bosque, Dios escoge y planta una rama tierna. Entre las semillas, el Reino de Dios se compara con la más pequeña de ellas.
La pequeñez es el sacramento que evidencia la grandeza de Dios en la historia de la salvación, en la vida de la Iglesia, en la vida de cada  creyente.
La pequeñez sin apariencia del grano de mostaza se hará enramada tan grande que a su sombra podrán anidar los pájaros del cielo.
Ese grano de mostaza, semilla insignificante, ni “atrayente a los ojos” ni “deseable para lograr inteligencia”, se podría llamar «Belén Efratá»: “Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel”. Lo podrías llamar «cabaña de David»:  “Aquel día levantaré la cabaña caída de David, repararé sus brechas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré como antaño”. Lo puedes llamar «resto de Israel»:  “Aquel día, el resto de Israel y los supervivientes de la casa de Jacob no volverán a apoyarse en su agresor, sino que se apoyarán con lealtad en el Señor, en el Santo de Israel”. Lo puedes llamar «renuevo» y «vástago»:  “Se desploma el Líbano con todo su esplendor; pero brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago”.
Por Santiago Agrelo

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