Quien es discípulo está despierto, está pendiente porque no sabe como
son las respuestas, sino desde un acercamiento a quien es la respuesta y
la razón de todo. Establece, en este sentido, un nuevo modo de
relacionarse y de ser familia. La comunidad de los próximos a Jesús es
la que nace de unas relaciones nuevas, diferentes. Más allá de las que
nos vinculan por carne o sangre; más hondas y claras que las relaciones
humanas que conocemos por historia o experiencia vital. Somos madres,
padres, hermanos… porque en la aceptación de la Palabra, solo en ella,
encontramos la unión de existencias que por propio impulso, jamás se
buscarían ni llegarían a ningún punto de encuentro.
La propuesta de una alternativa
El mundo no está dormido. Pero no es tan
claro que en sus mecanismos relacionales brote la experiencia de Dios
de manera espontánea. Demasiado cálculo y programación van situando el
logro humano, bien lejos de la búsqueda teológica de quien rige el
mundo. No se trata tanto de un sueño, cuanto de un despiste. ¿Quién
podrá evocar que la fuente de la trascendencia guía la humanidad? Solo
quien siendo muy humano mantenga claro el «cordón umbilical» con el
mismo Dios. Quien ante el dictado laboral de la productividad y la
ejecución, anuncie explícitamente unos valores que no se han corrompido o
confundido. La vida consagrada ha de ser una alternativa clara,
directa, explícita y débil.
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