16 marzo 2015

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 267

Carta nº 267       Octubre 1903

“Mucho siento lo que dice sobre esa hermana. Siempre tenemos algo con esas cosas. Me disgustan; Dios lo remedie y se enmiende como lo promete”

            No siempre salen las cosas como uno piensa, no todo sale como estaba previsto en nuestra cabeza cuando lo pensamos, no siempre funciona todo a la primera. Y es así de simple porque así es la vida. Lo importante no es intentar que todo te salga bien, lo realmente importante es tener las herramientas para arreglar lo que te sale mal. Es hacer como hizo aquel carpintero al que llamaron para hacer una valla entre dos hermanos, una valla tan alta que no se pudieran ver. Y cuando el carpintero se puso manos a la obra lo que construyó fue un precioso puente para que pudieran acercarse y abrazarse en vez de separarse. Esa es la profesión de Dios.
            Porque entre los hermanos hay asuntos que no están bien y provocan disgustos, pero con una buena caja de herramientas y unos sabios consejos todo se puede arreglar. La caja de herramientas se encuentra en el Evangelio y los sabios consejos son los que Jesús dice y hace.
            Y cuando todo parece que se cae, se trata de coger el manual de instrucciones y empezar la faena. ¿Para qué sirven las precisas indicaciones de montaje de los manuales de Ikea si no los utilizas, si no coges el destornillador y te pones manos a la obra? No sirven para nada aun siendo excelentes.
            Así imagino a la M. Cándida intentando hacer encaje de bolillos para que todo funcionara bien. Así imagino a los maestros haciendo encaje de bolillos para sacar adelante a sus alumnos, así imagino a todos los responsables de algún servicio intentando que todo salga bien. Y está muy bien. Pero no olvidemos que después de poner encima de la mesa todo lo que sabemos y somos, hay que dejar a Dios su parte.  
            Después de muchos años he descubierto este fin de semana que una buena amistad nunca se pierde, mejor dicho, que una amistad puede ser para toda la vida y vivida con la misma intensidad aún después de algunos años. Y esto es un motivo de agradecimiento a Dios y a la M. Cándida por haber sido los instrumentos, los mediadores.

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