Iniciamos los 40 días de preparación para la Pascua. Un tiempo en el
que la oración, el ayuno y la limosna nos sirven de asideros para
completar con éxito esta travesía en la que se nos pide la nada fácil
tarea de cambiar nuestro corazón, de volver nuestro rostro a Dios.
En el Evangelio para este día, (Mt 6, 1-6. 16-18) el propio Jesús
hace referencia a la forma de llevar a cabo estas tres prácticas
penitenciales que heredamos del pueblo judío. “Cuando hagas limosna que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha”, “cuando oréis,
no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en
las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los
hombres”; “que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre que está en
lo escondido”.
Son palabras dirigidas a un pueblo que había pegado su corazón a la
ley, encontrando en los preceptos una falsa seguridad, una falsa
religión de cara a los hombres pero de espaldas a Dios. Ciertamente,
estos consejos de Jesús siguen hoy vigentes en ámbitos en los que
“cumplir” los preceptos conlleven el elogio: tu comunidad, tu parroquia,
quizá tu familia si es cristiana. Haces bien en ser discreto. El Señor
ve lo que hay en tu corazón.
Por Antonio Moreno
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