Hace
unos años, el ministerio de educación de Quebec publicó un documento de
trabajo en el que se planteaba la creación de un servicio escolar de
animación espiritual y compromiso comunitario. Un servicio a desarrollar
en la escuela con los correspondientes recursos educativos, y ofrecido a
todos los alumnos.
La pretensión que anima el documento
está recogida claramente en el título: “Pour approfondir sa vie
intérieure et changer le monde”. Insisto en que se concibe como un
servicio escolar, teniendo en cuenta lo que debe caracterizar a la
escuela y en coherencia con ello. ¿Cuáles serían sus objetivos?
Básicamente favorecer en los alumnos el desarrollo de una vida
espiritual autónoma y responsable, y favorecer su contribución a la
edificación de una sociedad solidaria. Se trata, por una parte, de
potenciar la construcción personal de un sentido de la vida, arraigado
en una experiencia interior. Y, por otra, de iniciar procesos que estén
orientados por una voluntad de contribuir a la vida colectiva. Lo
relevante es, entre otras cosas, que este planteamiento parte del
supuesto de que se da una profunda interrelación entre estas dos
dimensiones. La visión de la existencia que elabora un individuo motiva y
orienta su contribución a la vida social y, correlativamente, su
compromiso en la sociedad nutre y transforma su vida espiritual.
Por Josep M. Lozano
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