Nadie puede dudar ya, si en algún momento lo dudó, del impacto de las
redes sociales tanto en la esfera pública como privada. La popular Twitter,
lanzada en marzo de 2006, ocho años después cuenta con cerca de 650
millones de cuentas registradas, de las cuales se calcula que se
mantienen activas 200 millones.
Hace pocos días de los sucesos de París y como bandera mundial se eligió lo que empezó siendo un hashtag: #JeSuisCharlie,
uno de los más populares de la historia. Pronto pasó a ser escrito en
carteles, fotografiado en paredes, extendido por todo el mundo. Se
hicieron chapas, pegatinas, portadas de periódicos. Pero, casi
simultáneamente, esta unidad se rompe y surgen otras propuestas como su
contraria #JeNeSuisPasCharlie. Cada cual esgrime sus razones.
Otro ejemplo, ligado al anterior, fue el auge simultáneo de #StopIslam y su contrapartida #StopIslamofobia.
Ambos están teniendo ecos en las calles, en forma de manifestaciones
que nadie debería obviar. La relación entre lo virtual y lo no-virtual
es palmaria. Y supongo que no todos tienen claro los más-que-matices que
impulsan uno y otro, ni lo que se esconde muy probablemente detrás de
estas consignas.
Por José Fernando Juan Santos
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