De pronto, todos somos Charlie, al
igual que en su momento fuimos
todos Miguel Ángel Blanco o cada una
de las víctimas del atentado del
11M. En esas ocasiones, es justo que nos invadan sentimientos de
solidaridad cuando las vidas humanas y
su integridad está
n en juego. La
cuestión es que, más allá de esta sensibilidad, seamos capaces de poner
en juego todas nuestras “potencias” y capacidades (memoria,
entendimiento y voluntad) para hacer frente a un problema que, como
pasa casi siempre que nos aproximamos a la realidad, es bastante más
complejo que como nos lo cuentan.
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