Carta nº 230 Marzo
1902
“… les agradezco sus oraciones, que tanta falta me hacen siempre, pues
por ellas se alcanza el remedio de mis necesidades”
Y paso a paso,
caminando a caminado, llegamos a mayo. Y en este lunes se cruzan varios
senderos importantes en mi vida: el agradecimiento, la oración y Emaús. Los dos
primeros evocados por la primera perla de la M. Cándida de este mes de mayo y
el tercero por el evangelio de ayer.
Agradecer
es una buena actitud en la vida. Así la aprendí de niño, me la volví a
encontrar en mi inicio de labor docente y sigue formando parte de mi vida
todavía, pues siempre hay cosas para agradecer, personas a las que agradecer.
Hoy agradezco las oraciones de tanta gente que se positivamente que rezó y reza por mí y por mi familia. Agradezco la oportunidad de poder rezar juntos como
auténticos hermanos. Y doy gracias por no olvidar a los que necesitan nuestras
oraciones.
Orar
por alguien es señal de verdadero amor, señal inequívoca de fraternidad. Por eso
la M. Cándida agradece que oren por ella, por todo lo que ella lleva adelante.
Porque hacen mucha falta esas oraciones, porque esa fuerza pone luz donde tú
crees que sólo hay niebla u oscuridad. Porque esas oraciones hacen falta
siempre, siempre. Y por supuesto que gracias a ellas alcanzamos el remedio a
todo aquello que necesitamos. Y cuando uno necesita y Dios responde es cuando
descubres que alguien ha estado cerca de Dios y acordándose de ti. Y ahí es
donde lo inexplicable se vuelve sencillo.
Algo
así ocurrió camino de Emaús. Me encanta ese pasaje del Evangelio. Me gusta cómo
lo cuenta Lucas allá por el capítulo 24.
El
camino de Emaús es como los caminos de la vida, a veces con la cabeza baja,
desanimados, desilusionados, defraudados, abatidos, hasta que Jesús se encuentra
con ellos y juntos hacen camino. Y el camino cambia con Jesús a nuestro lado. Y
nos hace reaccionar, ver de nuevo, o ver con ojos nuevos.
Agradezco,
como si fuese camino de Emaús, que Dios acuda a mis necesidades, que camine a
mi lado aunque a veces no le haga caso, que me encuentre y que quiera compartir
el pan conmigo, pues yo si quiero tenerlo como compañero de camino y quiero
compartir el pan que siempre nos ofrece.
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