En nuestra vida hay ocasiones en las que caminamos abatidos por la decepción. Son momentos en que parece que nos visita la noche con su oscuridad. Todo nos parece confuso. Sólo cuando hacemos lecturas a posteriori reconocemos agradecidos que también en esos momentos el Señor era nuestro compañero de camino, que él era quien avivaba el rescoldo en nuestro corazón.
Ésta es la experiencia que podemos ofrecer a tantas personas a las que les ha visitado la decepción por diferentes circunstancias. Narrarles humildemente cuál ha sido nuestra pequeña historia de salvación, cómo hemos acogido a Jesús en nuestros días luminosos y también en nuestras noches. Cómo el creer en Jesús no nos ha ahorrado ningún fracaso, ninguna de las cruces que nos trae la vida de cada día, cómo él no ha sido respuesta inmediata a todas nuestras incertidumbres,… pero cómo en los momentos de más oscuridad nos sentíamos acompañados y, aunque éramos incapaces de reconocerle, Él estaba y había atendido nuestra súplica: “Quédate conmigo, porque atardece y el día va de caída. Quédate”.
También les podemos decir que es su Espíritu quien sostiene nuestra esperanza, porque el sueño de Dios sobre la Humanidad, el proyecto del Reino inaugurado por Jesús, no quedó clavado en una cruz. Resucitado por el Padre, sigue acompañándonos, ayudándonos a releer la historia en clave de vida y no de muerte. Resucitado acompaña nuestros pasos por los caminos de la solidaridad hacia el prójimo, próximo o lejano, que está en necesidad, por los caminos que nos conducen a la construcción de la paz, por los caminos que nos conducen a la lucha por la justicia. Resucitado sigue convocándonos en torno a la mesa fraterna. Resucitado sigue partiendo para nosotros el pan. Resucitado se hace presente en la comunidad. Resucitado quiere que vivamos como resucitados. Resucitado… se deja acoger por nosotros cuando “atardece y el día va de caída”.
Texto tomado de la página facebook "En todas las cosas"
No hay comentarios:
Publicar un comentario