Detrás de una
visita está la opción, la decisión de tener un encuentro. Así lo viví el sábado
cuando 5 personas a las que quiero y con
las que comparto mucho, vinieron a
nuestra casa. Porque hay muchas formas de entregar un escrito, hay
muchas formas de decir las cosas. Y esa preparación, esa luz y ese cariño… se
agradece siempre.
No tenía claro
iniciar este curso las perlas, y no era por nada en especial, sino por no tener
una razón para iniciar un nuevo curso de compartir mi vida y mis pensamientos a
través de las palabras de la M. Cándida en sus cartas.
Bastó una
visita para aclarar dudas. Gracias.
Y dentro de la
visita me recordó el camino de subida a la Iglesia de la Visitación en Aim
Karem cuando vas pensando y recordando la visita de María a su prima. Y, allí, junto a la roca que ocultó a San Juan, dejé una imagen de la M. Cándida.
Y en este día,
donde unos inician el curso y otros acaban de iniciarlo, quiero compartir,
leyendo a Demetrio Mallebrera, que la educación es amor. Así como suena. Y de
esto se deduce que todo amor presupone un conocimiento de la persona amada. Y
para los que piensan que esto es anticuado, le quiero decir que amor no
significa permisividad o ñoñería, el amor paternal presupone el ejercicio de
cariñosa autoridad. El conocimiento del alumno, la empatía, la comprensión son
la base de ese amor del que hablamos.
Si el fin de
la educación es ayudar a los niños y jóvenes a transformarse en adultos maduros
y responsables, un cambio a mejor –libertad, responsabilidad, felicidad- no
traerá cambio que valga si “previamente no conocemos a nuestros hijos y
alumnos”, según dice la Madre Teresa de Calcuta; o sea, que no se producirán
cambios si no les amamos.
Y aún se puede
decir más duro o más claro: “Si no hay amor en lo que hacéis, no habrá pasión,
y si no hay pasión, no estaréis preparados para asumir riesgos, y si no estáis
preparados para asumir riesgos, nada cambiará”.
¡¡Buen inicio
de curso a todos!!
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