Carta nº 137 Enero 1898
“Dios sea bendito por
todo y nos dé su santa gracia. Por Dios, cuídese”
Ayer
nos recordaba Jesús, a través de las palabras de Juan, qué tenemos que hacer en
el templo, cómo debemos comportarnos y en qué no debemos convertirlo. Además
lanzó un reto que difícilmente entendieron: el reto de los tres días. Me hace pensar
cuántas veces no entiendo los retos de Jesús, esos que me manda directa o por
medio de otras personas, y sé a ciencia cierta que me los manda. La pregunta es
¿qué hago con ellos?
Hoy
la M. Cándida sigue bendiciendo, es cierto que lo repite muchas veces pero, hoy
por primera vez intuyo que debería tener un gran corazón para bendecir tanto, y
no sólo por aquellas cosas que le salían bien y eran merecedoras de bendición
sino por todo, Dios sea bendito por todo, por lo bueno y por lo malo, según
nuestros ojos. No estoy hablando de ser unos ingenuos y pensar que hay que bendecir
a Dios por las catástrofes, por las enfermedades, o por otro tipo de desgracia.
No, eso sería quedarnos en las ramas de los fariseos que sólo buscaban entender
los que a ellos podía beneficiarles.
Recibir
la gracia de Dios, creo que debe ser algo sencillo. Lo entiendo como recibir la
paz, esa sensación de estar en paz, de hacer las cosas del día a día con la paz
del que hace lo que puede y con un fin concreto. Vivir en paz, simplemente.
Y
como tantas otras veces, nos recuerda que hay que cuidarse, que no nos debemos
dejar de cuidar porque es importante el cuerpo y el alma, y desde ese
equilibrio es desde donde podemos ser felices. Cualquier exceso en uno de estos
sentidos no nos llevará a la felicidad.
Acabo
uniendo las dos partes de esta perla:
“Bendito sea Dios, que nos cuida”
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