20 junio 2016

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 322

Carta nº 322     Septiembre 1906
“… que la Santísima Virgen derrame a manos llenas un raudal de bendiciones sobre sus almas”

            Acabado o acabando el curso escolar 2015-2016 solo resta dar gracias a Dios por lo vivido, por lo aprendido y por lo que tenemos que mejorar para el próximo curso. Y en estas fechas la M. Cándida quiere despedirse de todos los maestros y personas que colaboran en el colegio, con una bendición. También incluyo a todos los alumnos que han pasado por nuestras manos. La bendición es bien sencilla, como ella misma: que la Virgen derrame a manos llenas sus bendiciones sobre todos, pero especialmente sobre todas sus almas, sobre ese interior real e inesperado que es motor de nuestra vida.

            Al acabar este curso y pensar en el futuro, al pararme a pensar en esto ante las nuevas situaciones sociales o educativas, puedo entender que alguien pueda preguntar: ¿Qué te da miedo? Como esa niña que le preguntó a su padre (antiguo alumno y gran persona) esa misma pregunta. Su padre le contestó que lo que “le daba miedo era la velocidad a la que vivimos todo, me da miedo que nuestros sentidos se hayan atrofiado y que tengamos una coraza de insensibilidad delante de nuestras narices, me da miedo que lo mediocre sea normal, me da miedo que pasemos más tiempo mirando las pantallas que a la gente que tenemos al lado”

            Pues bien, ante el miedo sólo hay un remedio eficaz: confianza en Dios. ¿Tuvo miedo la M. Cándida? Y esto es lo que me hace pensar que hoy su vida es luz para mi vida ¿Tuvo miedo? Seguro que sí. Pero la pregunta de verdad es otra: ¿Tuvo confianza en Dios?, seguro que sí, seguro que sí. Esto es lo realmente importante, esto es lo que diferencia a unos de otros. En definitiva esto es lo que, a pesar de todo, puede hacer a una persona sonreír de verdad, sonreír a boca abierta y no como los que se quieren aprovechar de vender sonrisas y solo venden risas de hiena, risas cobardes, falsas y traidoras.

            Y estos momentos que estamos viviendo, son momentos para hablar claro, para no esconderse, para decir como dice el último trabajo de José Mercé: “Doy la cara”. Pues bien, doy la cara por la libertad de elegir la educación de mis hijos, por la igualdad, por el perdón, por la fraternidad, por la coherencia y la valentía para serlo, por la unidad y por todo aquello que haga que las personas crezcan y vivan en paz.


            Pero lo mejor de todo es que, en este momento, en este camino, tampoco estamos solos. ¡Qué bueno y qué suerte! La Virgen sigue derramando sus bendiciones, la M. Cándida sigue siendo luz y Dios sigue cuidando de nosotros como Padre que de todos cuida. Y todo ello con los pies en la tierra, con los brazos abiertos y sin renunciar a la cruz de cada día, pero de la mano de Él, porque tenemos una buena causa para entregar la vida.

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