Carta nº 322 Septiembre 1906
“… que la Santísima Virgen derrame a manos llenas un raudal de
bendiciones sobre sus almas”
Acabado
o acabando el curso escolar 2015-2016 solo resta dar gracias a Dios por lo
vivido, por lo aprendido y por lo que tenemos que mejorar para el próximo
curso. Y en estas fechas la M. Cándida quiere despedirse de todos los maestros
y personas que colaboran en el colegio, con una bendición. También incluyo a
todos los alumnos que han pasado por nuestras manos. La bendición es bien
sencilla, como ella misma: que la Virgen derrame a manos llenas sus bendiciones
sobre todos, pero especialmente sobre todas sus almas, sobre ese interior real
e inesperado que es motor de nuestra vida.
Al
acabar este curso y pensar en el futuro, al pararme a pensar en esto ante las
nuevas situaciones sociales o educativas, puedo entender que alguien pueda
preguntar: ¿Qué te da miedo? Como esa niña que le preguntó a su padre (antiguo
alumno y gran persona) esa misma pregunta. Su padre le contestó que lo que “le daba miedo era la velocidad a la que
vivimos todo, me da miedo que nuestros sentidos se hayan atrofiado y que
tengamos una coraza de insensibilidad delante de nuestras narices, me da miedo
que lo mediocre sea normal, me da miedo que pasemos más tiempo mirando las
pantallas que a la gente que tenemos al lado”
Pues
bien, ante el miedo sólo hay un remedio eficaz: confianza en Dios. ¿Tuvo miedo
la M. Cándida? Y esto es lo que me hace pensar que hoy su vida es luz para mi
vida ¿Tuvo miedo? Seguro que sí. Pero la pregunta de verdad es otra: ¿Tuvo
confianza en Dios?, seguro que sí, seguro que sí. Esto es lo realmente
importante, esto es lo que diferencia a unos de otros. En definitiva esto es lo
que, a pesar de todo, puede hacer a una persona sonreír de verdad, sonreír a
boca abierta y no como los que se quieren aprovechar de vender sonrisas y solo
venden risas de hiena, risas cobardes, falsas y traidoras.
Y
estos momentos que estamos viviendo, son momentos para hablar claro, para no
esconderse, para decir como dice el último trabajo de José Mercé: “Doy la cara”.
Pues bien, doy la cara por la libertad de elegir la educación de mis hijos, por
la igualdad, por el perdón, por la fraternidad, por la coherencia y la valentía
para serlo, por la unidad y por todo aquello que haga que las personas crezcan
y vivan en paz.
Pero
lo mejor de todo es que, en este momento, en este camino, tampoco estamos
solos. ¡Qué bueno y qué suerte! La Virgen sigue derramando sus bendiciones, la
M. Cándida sigue siendo luz y Dios sigue cuidando de nosotros como Padre que de
todos cuida. Y todo ello con los pies en la tierra, con los brazos abiertos y
sin renunciar a la cruz de cada día, pero de la mano de Él, porque tenemos una
buena causa para entregar la vida.
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