Carta nº 320 Junio
1906
“Si, hija mía, si, para esto nos llamó Dios a esta nuestra amada
Congregación; para que, siendo verdaderas hijas y esposas suyas aquí, en esta
vida, lo seamos por toda la eternidad en la otra”
Desde
aquel junio de 1906 hasta este 2016 han pasado 110 años. Desde aquel verano
hasta este verano, sigue siendo un valor el tener a personas que han sentido la
llamada del Espíritu Santo a entregar su vida al Señor desde su vocación religiosa.
Hoy quiero dar gracias a Dios por ello, por haber sido testigo de una parte de
esos 110 años, desde aquel verano cuando la M. Cándida escribía estas letras.
Hoy,
compartiendo carisma desde una vocación de laico M. Cándida, quiero decir que
Dios me regaló poder conocer estas grandes personas, me regaló conocer este
carisma a través de ellas y me siento agradecido, porque misión compartida es
algo más que compartir espacios o tiempos.
Esta mañana
estaba sentado en la orilla del mar y al poco tiempo se acerca un niño de unos
7 años y comienza a construir con una pala, un rastrillo y un cubo, una barrera
para que el agua que seguía su curso natural de acercarse, no pudiera llegar
hacia el hoyo que había hecho. Todo iba bien. Pero de pronto una ola derribó
todo lo que había construido. Después de las primeras reacciones de asombro,
tristeza y extrañeza, ya que según sus cálculos, lo tenía todo controlado para
que el agua no rompiera nada. Después de esos primeros segundos de desconcierto
volvió a construir otra nueva barrera, volvió a construir sobre lo derribado
con la misma ilusión que antes. Lo hizo un poco más fuerte, robusto y creo que
pensó que lo importante era volver a hacerlo. Y miró con satisfacción como la
siguiente ola lo inundó todo después de rodearlo.
Así nos quiere
Dios, para eso nos llama Dios. De vez en cuando nos manda una ola especial para
remover los cimientos débiles o equivocados y nos pide que volvamos a
construir, que volvamos a levantarnos y sigamos construyendo y sigamos haciendo
camino. Y que nos dejemos abrazar por él como el agua de la orilla del mar.
No sé dónde me
llevará el futuro, pero sí sé dónde estoy ahora. Y quiero disfrutar este camino
y creo que “lo importante es el camino, no el final”. Y escucho a Jesús, que a
través de Lucas nos dice: “No llores”, siempre estaré contigo. Pero no se queda
ahí, sino que vuelve a decir alto y claro: “Levántate”. Ese es el camino. La
meta es Dios.
Pero mientras
me queden fuerzas para caminar, quiero “mantener el estilo de baile” que me
enseñaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario