15 junio 2016

Lepra: el estigma en la piel

Combatiendo supersticiones, maldiciones divinas y otros fantasmas entre los enfermos de esta enfermedad en Etiopía


Muchos años después, apoyado contra la verja de madera de su casa, Bekele recordaría el día en que sintió los síntomas de la lepra por primera vez. “Me quemaba la piel de las manos. Comencé a perder la sensibilidad en los dedos. No podía trabajar, no podía dormir”. Ha pasado casi medio siglo, pero Bekele todavía conserva vívida la memoria de aquellos días.

Hijo de granjeros y tercero de ocho hermanos, a diferencia de él sus familiares sí supieron reconocer en su piel los síntomas de la lepra. Fue entonces cuando le llevaron a la aldea de Gambo, donde una orden religiosa gestionaba una leprosería. Tan solo tenía 16 años, pero ya nunca volvería a salir de allí. “Hace años que estoy curado, pero ahora esta es mi casa. Aquí soy como los demás, aquí no soy diferente”. En su voz se adivina la resignación de quien ha aprendido a convivir con la amargura.

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