Carta nº 318 Mayo 1906
“Se nos fue al cielo esta mañana a las dos y cuarto, después de sufrir
mucho; así tendrá la gloria. Pidan mucho por ella.”
Así recordaba la
M. Cándida la pérdida de un ser querido: dato, aclaración, seguridad y
petición.
Después
de compartir al 100% la parte de seguridad, me quedo con la confianza que para
ella tenía el poder de la petición compartida. Seguimos creyendo que el pedir
unos por otros es importante. Seguimos creyendo que es necesario y que se nota,
se siente y se comprueba.
En
estos tiempos finales de curso, donde se nos acumulan los acontecimientos,
donde vamos cerrando gran parte de la labor realizada durante todo un curso,
donde las celebraciones marianas ocupan ese tiempo compartido con exámenes,
donde la M. Cándida y su fiesta nos ocupa la cabeza y el corazón para preparar
todo lo que se puede, intentando que ese día sea especial, pues en ese tiempo
hemos tenido la Graduación de los alumnos que, tras 15 años en el colegio, lo
abandonan para hacer su selectividad y volar más alto.
Comparto
unas palabras que les dije esa tarde, y las comparto desde el convencimiento y
agradecimiento que Dios siempre está a nuestro lado ofreciéndonos propuestas
para que las veamos y las aprovechemos para su bien. Les decía que ese momento
que viven es como el de las palomas mensajeras cuando se sueltan desde la
distancia y tienen que recorrer largas distancias hasta llegar a su palomar.
Todo esto ocurrió de verdad un día antes de la Graduación, cuando el vigilante
de seguridad, Pablo, me propuso llevarme unas palomas suyas a mi casa y que las
soltara.
Esa
sensación de miedo por si no llegaban no puedo describirla, pero sí decir que
fue esa mezcla entre confianza y miedo. Ese momento se me quedó grabado y desde
ahí les hable a los 52 jóvenes. Les compartí que hay que saber dónde vamos, que
es bueno tener adquirido en el ADN el ser personas buenas que vuelan con un
mensaje de paz, que hay que esforzarse para lograr los objetivos que nos proponemos,
que hay dificultades durante el camino y no por eso dejamos de volar, que hay
otras palomas que siempre están dispuestas a enseñarnos el camino e incluso a compartirlo. Y así les conté todo
lo que mi corazón quería decirles para esa nueva etapa. Y que, a veces, como
nos decía la M. Cándida, hay algunos que se quedan por el camino y no llegan,
porque se despistan o por otras razones que no dependen de ellos mismos.
Pidamos
por todos ellos, por todos esos jóvenes que inician una nueva etapa, por sus
miedos, por su dudas, por esos momentos donde se sienten solos para que
descubran que Dios nunca les abandona, que siempre les espera en su palomar.
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