
El mar estaba en calma, desbordaba belleza, luz y alegría. Había algunas sombrillas en la playa, de esas que las personas más madrugadoras ponen a primera hora cuando van a comprar el pan para que no les quiten el sitio en primera fila.
De repente, entre tostadas y carcajadas en familia en aquella deliciosa mañana estival, -como si de un sueño se tratara-, vimos salir del reluciente cuadro que contemplábamos una zodiac negra que se precipitaba hacia la orilla (¡justo enfrente de nuestro balcón!).
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