04 abril 2016

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 311

Carta nº 311     Febrero 1906
“No dejo de comprender los grandes deseos que tendrán de verme,…como yo tengo de verlas. Pidan a Dios para que sea pronto, pues estoy mejor; pero me faltan las fuerzas,… aunque procuro alimentarme”

            Si hoy, en el 2016, hubiese tenido la oportunidad de preguntarle a la M. Cándida: ¿Qué hacer cuando faltan las fuerzas?, creo que la respuesta estaría alrededor de la perla de esta mañana. Alimentarme y pedir a Dios y a los hermanos para que salga adelante.

            Estamos hechos de cuerpo con necesidades, pero también estamos hechos de alma con necesidades. Así de sencillo. Y en el alma entra Dios y los que nos quieren, en el alma entra la oración como herramienta de curación, incluso on line, sólo requiere tener descargado el programa de la fe (la versión no importa, pero a ser posible la última actualizada).

            Seguimos creyendo en ser testigos del resucitado, seguimos en tiempo pascual, donde la alegría debe formar parte de nuestro ser. Nos pueden quitar todo, pero lo que no puede desaparecer de nuestra vida es la alegría de la música interior, de la música del alma:

            “A la mañana siguiente pasaron por allí unos arrieros y encontraron al maestro Figueredo cubierto de moretones y de sangre. Estaba vivo, pero en muy mal estado. Casi no podía hablar. Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucir con unos labios entumecidos e hinchados: “me robaron las mulas”. Volvió a hundirse en un silencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja: “me robaron el arpa”. Al rato, y cuando parecía que ya no iba a decir nada más, empezó a reír. Era una risa profunda y fresca que inexplicablemente salía de ese rostro desollado. Y, en medio de la risa, el maestro Figueredo logró decir: ¿pero no me han robado la música!”

Por mucho que nos falten las fuerzas, que no nos falte la alegría, porque ¡dichosos los que crean sin haber visto!

           

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