Carta nº 310 Febrero 1906
“Pero Dios lo ha dispuesto así; sea bendito para siempre, ella que
tanto me ayudaba, me ayudará desde el cielo,”
Esto
es vivir la resurrección, creer y hablar de la resurrección como algo en lo que
no tengo dudas. Así lo expresaba la M. Cándida en 1906. Primero confianza en
Dios aquí y después saber que desde otra presencia también se puede ayudar.
Pues claro que sí.
Somos
testigos del resucitado, del que nos quiere alegres y confiados en su palabra.
Y ese es nuestro tesoro. Ese es nuestro carnet. No somos testigos ni actores de
la muerte, de la destrucción. Somos testigos de la VIDA. Y en este camino
aceptamos que Dios haya dispuesto algunas cosas de forma diferente a como
nosotros las hubiésemos dispuesto. Y no pasa nada, al contrario, podemos decir
que seguimos bendiciendo a nuestro Dios siempre porque Él sabe y quiere lo
mejor para nosotros. Pero ojo con esto, porque lo mejor lo escribió en su
evangelio, lo mejor no es, a veces, lo que otros hombres pueden intentar manipular
y decirnos que eso es lo que Dios quiere.
Se
trata simplemente de confiar y vivir con esa confianza, con esa fuerza que te
da el saber que nunca estás solo y que nadie te podrá arrebatar esa creencia.
Bendecir a Dios y confiar en Él por encima de todo, a pesar de todo, incluso
cuando aparentemente no tengamos evidencias. Como le ocurrió a los
protagonistas de la siguiente historia:
“Cierto día llegan dos exploradores a un
rincón de la selva donde crecen armónicas flores y hierbas. El uno afirma: este
orden significa que aquí tiene que haber un jardinero que al menos cuide de
este rincón. Como el otro lo niega, para saber a qué atenerse montan guardia
día y noche.
Pasa el tiempo, pero el jardinero no
aparece. Entonces el primero insinúa que el jardinero es invisible pero
existente. A fin de comprobarlo alzan una alambrada espinosa, encomendando a la
vez la búsqueda olfativa a perros amaestrados. Todo en vano, nada denota la
presencia del presunto jardinero, ningún grito, ningún movimiento, ningún susurro,
nada; los perros, por su parte, guardan silencio. No dándose por vencido, el
primero concluye: se trata de un jardinero invisible, intangible, indetectable,
custodio secreto de su jardín.
Moraleja: la confianza no crea evidencia,
pero deja abierta la posibilidad; la desconfianza sistemática produce campos
fóbicos”
Después de
mirar el árbol de la cruz. Decimos ¡¡¡Aleluya!!!! porque no buscamos entre los
muertos al que vive como nos decía el evangelio de la Vigilia Pascual.
¿Qué hubiese
ocurrido si la Semana Santa que hemos celebrado hubiese acabado en Viernes
Santo? No lo sé, pero lo que sí sé es que hubo un acontecimiento nuevo: la
resurrección y de ella y de su evangelio somos testigos. Porque hemos nacido
para vivir. Porque somos alegres por ADN de cristianos.
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