Carta nº 307 Enero 1906
“Son incomprensibles los altos juicios de Dios, y Él tenga misericordia
de nosotras”
Menos
mal que Dios no nos juzga con nuestros criterios. Los juicios de Dios llevan
otra medida, como los juicios de los buenos padres. Pero quizá debamos pensar
que nuestros juicios vayan acercándose a los de Dios. ¿Por qué tanto juicio
sobre los demás? ¿Por qué? ¿En qué rol de sociedad nos han metido, o nos hemos
metido?
Cuando
decía los juicios de Dios creo que el criterio principal lo explica la M.
Cándida a continuación: la misericordia. Dios nos juzga con misericordia porque
nos conoce y nos quiere. Cuando yo conozco a una persona un poco más de lo que
aparenta, el juicio sobre él es diferente, porque sé cómo es por dentro (por lo
menos un poco), porque sé que no es así del todo. Esa es mi esperanza, la
misericordia.
Cuando
decimos los juicios de Dios, cuando pensamos en los altos juicios de Dios se
nos puede ir la razón elucubrando esas teorías tan bien estructuradas sobre los
juicios de Dios, y sin embargo, el evangelio de ayer nos pone las cosas en su
sitio. El juicio de Dios es el amor, es la justicia, es la misericordia. Dios
no nos juzga por lo que hayamos hecho, sino por lo que queremos hacer, Dios no
nos juzga por lo que hayamos sido, sino por lo que queremos ser. Yo creo que la
M. Cándida sabía esto perfectamente, su ánimo era siempre adelante confiada en
esa misericordia de Dios, en esos juicios de Dios, en esa fuerza que nace de
sentirse querido a pesar de todos los tropiezos, porque a pesar de todo,
queremos seguir adelante junto a ese Padre que nos quiere seguir cuidando Y
esto no tiene precio.
Y
dejemos para el futuro los juicios de Dios, pero vivamos sin perderlos de
vista, haciendo del presente como si fuera nuestro último día, pero a la vez
construyendo el futuro desde lo que somos hoy.
Primer
lunes de marzo, cuarta semana de cuaresma, tiempo para seguir queriendo hacer
algo mejor. Tiempo para pensar en eso concreto que quiero mejorar, eso concreto
que hará que los que están a mi alrededor estén mejor, aunque no lo digan. No
importa, lo importante es lo que yo puedo hacer y por qué quiero hacerlo.
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