25 enero 2016

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 301

Carta nº 301      Noviembre 1905
“… pidamos a Dios muy de veras que nos libre de todo mal y entreguémonos en sus manos, que es nuestro Padre”

            Son muchas las cartas donde aparece Dios Padre y, conforme pasan los días, conforme pasan los lunes y me acerco al tramo final, voy descubriendo de una forma especial y distinta que es una característica fundamental de la M. Cándida, Pero a diferencia de otras personas, esta característica es vital, no intelectual, es decir, que pasa por el filtro del corazón y se convierte en vida. Y así descubro a ese Dios Padre tan cercano, tan misericordioso, que hace que entienda alguna característica de su obra, de sus colegios.

            Al principio de este año, que llevamos recién iniciado, es bueno descubrir o redescubrir que hay que confiar. Y si hay que ponerse en manos de alguien, lo mejor es mirar muy bien en manos de quien. Hoy es bueno recordar que ponernos en manos de Dios es algo bueno. Quizá, para entenderlo, es como esa imagen del padre con su hijo, del padre que lanza a su hijo al aire y sonríe mientras cae porque su padre está ahí. Ese es Dios con la diferencia que a veces no nos lanza a ningún sitio, sino que somos nosotros los que nos lanzamos. ¡Qué bueno saber que Él está siempre ahí!

            Cuando alguien se entrega en las manos de Dios, su vida cambia, pero cambia sobre todo por dentro. Y desde ahí es desde donde podemos entender lo que Pablo escribió a los Corintios:        

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.”

            Yo creo en ese Padre, simplemente. Creo en ese Padre de paz, ese Padre que genera paz. Quizá sería bueno tenerlo presente en las celebraciones del día de la paz. Y quizá debería ser como el cemento que se hecha entre las piedras de un muro; no construye el muro, pero hace que se sostengan de una forma genial y poco a poco va tomando forma.


            Yo creo, como dice el libro de Nehemías en la lectura de ayer que “el gozo en el Señor es nuestra fortaleza”.

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