23 noviembre 2015

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 292

Carta nº 292     Enero 1905
“…bendecir a Dios en todo. Abajo la envidia, arriba la humildad. Firme, hija mía, y alegre; está Dios con nosotras; esto nos basta, y no queremos más.”

            Vaya perla con fuerza. Vaya energía imagino en la voz de la M. Cándida cuando la escribía. Vaya mirada de confianza debería tener cuando volviera a leer lo que había escrito e incluso me atrevo a imaginar esa mirada confiada, esa mirada casi perdida donde se sabe confiada en las manos de Dios y eso le basta.

            La humildad como cura de la envidia. La humildad como medicina para no creernos superiores en nada sobre nadie. Y qué forma más sencilla para entender el pensamiento y la decisión de la M. Cándida sobre este asunto: arriba lo importante y abajo lo que estorba. Claro y directo. Muy parecido al lenguaje del Papa Francisco. Claro y directo, vamos, para que todos lo entiendan.

Este fin de semana ha sido intenso. Encuentro de laicos en Granada, encuentro alrededor del camino recorrido, del encuentro abierto y fraterno, de la reflexión sobre el carisma compartido. Me quedé con ganas de asistir. Espero poder estar en el próximo. También ha habido un encuentro de monitores de Alcor en el colegio de Murcia. Un grupo de casi 20 jóvenes de 4º de ESO y de 1º de Bachillerato se han reunido junto con Petra y Marian para descubrir el sentido de Alcor. Han estado acompañados por Rocío, Victoria y Carmen que cuidan este recorrido. He tenido la suerte de compartir un rato con ellos y he visto la ilusión y el compromiso para llevar a cabo esta tarea.

Por eso sólo me quedan palabras para “bendecir a Dios”, para descubrir que cuando nos ponemos manos a su obra, las cosas salen.  Y descubro que hay dos cualidades que son necesarias para llevar a cabo cualquier proyecto: “firme y alegre”, como dice en esta perla la M. Cándida. Dos cualidades que separadas pierden gran parte de su fuerza.

Y no quiero más, no quiero nada más. Quiero no desviarme  de esta senda, quiero no olvidar que Dios está con nosotros, que nos quiere humildes, firmes y alegres. Que esas cualidades deben estar al servicio de los que nos rodean. Y que esas cualidades son las que lograran cambiar este mundo convulso y un poco loco. Los atentados contra las personas nacen de otra historia. Sembremos firmeza y alegría para defender lo que creemos y que la siembra nazca del respeto. París, Mali y otras ciudades y otras personas no merecen ese desprecio a la vida.


Después de celebrar ayer el reinado de nuestro Rey nacido en un pesebre, nos preparamos para vivir el Adviento como tiempo de esperanza y de confianza: Dios está con nosotros para que nosotros estemos con Él a través del bien a la vida, a través del bien a los demás.

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