A Pedro Miguel Lamet,
jesuita, teólogo, escritor, periodista, poeta, filósofo y profesor de
cine, la figura de Pablo de Tarso le sobrepasaba. Ha escrito medio
centenar de libros, entre otros las mejores biografías sobre Juan Pablo II,
el prepósito Pedro Arrupe y los jesuitas del Pozo del Tío Raimundo José
María de Llanos y José María Díez-Alegría, y también decenas de ensayos
y hasta diez novelas históricas. Sin embargo, dudó durante años ante el
reto de abordar la ajetreada vida del llamado apóstol de los gentiles,
primer responsable de organización del cristianismo, hasta entonces una
acobardada secta del judaísmo después de la crucifixión de su fundador,
el nazareno Jesús. Por fin, Lamet (Cádiz, 1941), lo hace en 370 páginas
en El resplandor de Damasco. Pablo de Tarso, el apóstol de las naciones (La Esfera de los Libros).
Pregunta. ¿Por qué esas dudas en alguien como usted,
acostumbrado a historias más complejas, como las tribulaciones de la
Compañía de Jesús en España, que relata en El último jesuita?
Respuesta. Pablo provoca un contraste de amor y
rechazo, una mezcla de subida teología inasequible y excesiva seguridad
en sí mismo, la convergencia de un carácter fuerte y una debilidad de
vaso de barro. Buscaba responderme a mí mismo en un libro sobre sus
paradojas y hacerlo vivo y asequible a través de una novela a la vez
divertida y rigurosa. Pablo sigue siendo un desconocido para muchos
creyentes, incluidos no pocos sacerdotes.
Por Juan G. Bedoya
Foto de Álvaro García
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