La buena suerte de Ernesto Soriano se acabó convirtiendo en un cúmulo de infortunios.
En 2007, el Instituto de la Vivienda de Madrid le adjudicó un piso un
40% más barato de lo que costaba en el mercado. Soriano, de 22 años,
vivía con su abuela, de 72. Ambos acudieron al Banco Santander para
pedir una hipoteca con la que poder pagar los 19.000 euros de entrada,
pero la entidad se lo denegó a los dos.
Su abuela vio entonces un anuncio de Punto Financiero, una empresa de préstamos que se ofrecía a darles el dinero que podrían devolver en pequeñas cuotas. Para abonarles el préstamo les pidieron las escrituras del piso que poseía la mujer.
Ante el notario Joaquín Delibes, abuela y nieto recibieron un sobre
con los 19.000 euros. También estaba presente el prestamista César
Ibáñez. Pero la cantidad que firmaron haber recibido era mucho mayor:
37.000 euros y, además, con un recargo del 30% de intereses por cada día
de retraso en el pago.
Por Inmaculada de la Vega
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