Carta nº 280 Junio
1904
“Me alegro de que hagan los Ejercicios como usted dice. Procuren sacar
mucho fruto”
Al leer la perla de esta carta me vino a la cabeza una
noticia que leí hace unos días:
El presentador del programa de Discovery Max 'Wild Frank', Frank
Cuesta, ha anunciado que se marcha con sus hijos a un templo
budista durante
al menos un mes. Lo ha hecho este sábado a través de las redes sociales, donde
ha explicado que lo hace para "limpiar tanta rabia acumulada".
Por encima de todos los condicionantes mediáticos, por
encima de todas las apreciaciones acerca de la noticia, me quedo con la
experiencia y sobre todo con la necesidad que tenemos de desconectar y
encontrar espacios y tiempos para pensar, para recuperar la maltrecha alma y
sentir el equilibrio. Es necesario. Cada uno puede encontrar ese espacio donde
quiera, pero existen los Ejercicios Espirituales como herramienta para
recuperar algo perdido, para enderezar algo torcido, para crecer por dentro.
Al
acabar el curso puede ser una época para
descansar y reflexionar. No es para parar del todo, sino para seguir
entendiendo que necesitamos cuidarnos por dentro. Hoy está de moda las
carreras, los runners, todo lo relacionado con este mundo de caminar y correr
como herramienta para mejorar el cuerpo. Y es genial. Sólo lanzo la pregunta de
qué hacemos con la parte del alma.
Hay
momentos que desconectar de lo rutinario, e incluso de lo diario, es bueno. Y
es bueno porque no es una huida cobarde de los problemas, sino más bien tomar
un poco de distancia para afrontarlos de otra manera, para entender la vida de
otra forma, para poner el Evangelio por delante de muchas tonterías que ocupan
nuestra cabeza y nuestro corazón. Ese es el auténtico descubrimiento, ese es el
auténtico mantra, ese es el auténtico camino que da la felicidad. Y esto no
significa nada contra otras opciones. Pero es decir alto y claro que Dios está
ahí, que es camino, verdad y vida, y que las meditaciones, los retiros, son
momentos de encuentro con Él muy necesarios. Y hay algo garantizado: siempre se
sacan frutos. Como en la huerta, unas veces muchos, otras poco y otra hay que
esperar pacientemente a que el árbol haga su trabajo. Así es Dios.
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