Que te acusen de blasfemar contra el Espíritu Santo descoloca un
poco. Que te pase en tu primer verano de cura, en un encuentro de
obispos latinoamericanos, con tu camiseta de Amnistía rosa que reza
“FightingBadGuyssince 1961” y que sea un obispo el que te lo diga
¡descoloca un poco más!
Era un rato informal, después de cenar. Los obispos me invitaron a su
mesa y empiezan a hacerme preguntas. Para romper el hielo les dije:
“¡Qué suerte la suya que conocieron a mártires y testigos y profetas…!
Puebla, Medellín, los mártires de la UCA, Romero, las comunidades de
base, tantas mujeres líderes de comunidades…” y debí dar a entender
“eso ya no pasa”. El obispo sentado a mi lado sonrió y contestó: “Mijito
no blasfemes contra el Espíritu Santo. Mejor abre los ojos y ¡mira!
¡Hay profetas y testigos! ¡Dios sigue acompañando a su pueblo hoy!”.
Fue un aldabonazo, una llamada y una invitación, una pro-vocación a
recordar, a recuperar, a volver al fundamento. Y recordé alguna charla
con Javi Vitoria sobre “el trapero de la historia” y las tesis de W.
Benjamin y sobre Metz y su “mística de los ojos abiertos”.
Y me lancé a releer y redescubrí esta intuición que me cautivó. Estaba
ahí desde siempre esperando a ser re-descubierta. Desde aquel despertar
trato de estar atento al paso del Dios de la Vida por mi día a día.
Procuro otear, gustar y sentir en las olas por dónde anda el Espíritu
sugiriendo, moviendo, animando, agitando. Y es un gusto poder decir que a
aquel buen monseñor no le faltaba razón, que aguzar la vista del
corazón permite vivir y disfrutar de las santas co-inspiraciones que el
Espíritu Santo sigue propiciando en medio de su Pueblo. Esta mística de
la cotidianidad, este Dios que anda “haciendo lío” es una intuición muy
presente en la espiritualidad ignaciana. Esta mística de la inmanencia
de Dios, o misticismo de realidad son las entrañas de los Ejercicios
Espirituales, como refleja la Contemplación para Alcanzar Amor y
sostiene la posibilidad del “discernimiento”: asumimos que Dios se da a conocer en la vida, aquí y ahora y que se le puede encontrar en ella.
Por José María Seguro
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