Pertenece a la provincia AMÉRICA ANDINA
Comunidad La Plata-Montevideo-Villa Ocampo. Vive en La Plata
Comunidad La Plata-Montevideo-Villa Ocampo. Vive en La Plata
Siempre, y de modo
especial desde los comienzos de mi vida religiosa como Hija de Jesús, me he
sentido en camino. El camino es una imagen que me acompaña y estimula
permanentemente.
En la ruta de mi vida, Jesús el Señor ha sido mi
guía, indicando nuevos horizontes, reparando mis fuerzas, dándome una mano o
llevándome en sus brazos, y siento con esperanza en lo hondo de mÍ misma, que
su amor y su gracia me acompañarán a los largo de mis días, porque el es el
CAMINO que conduce al Padre.
En ocasiones, me ha sorprendido con propuestas que
nunca imaginé. Su invitación constante ha sido y es, a salir, a estrenar
lugares, culturas, servicios, a empezar de nuevo, a aprender como los niños, a
confiar, a guardar en el corazón como lo hizo su madre y a compartir
gratuitamente con otros los dones recibidos.
Hacer memoria de estos cincuenta años es para mí,
alabar al Padre con actitud filial, agradecer sus dones, los momentos de luz y
de oscuridad, también alabar y agradecer la propia fragilidad que siempre me
acompaña y que quisiera vivir desde la experiencia del amor compasivo de
nuestro Dios, desde su fidelidad que espera, perdona, ayuda, a través de tantas
mediaciones que me han estimulado con su palabra y testimonio a continuar a
reemprender el camino con humildad y confianza.
Al contemplar la línea del tiempo deseo resaltar
como fundamental la experiencia de fe que siento como el mayor regalo, el
encuentro con la persona de Jesús desde mi infancia, en mi familia, mi
parroquia, en el ambiente rural en que viví hasta entrar en contacto con las
Hijas de Jesús en la comunidad del colegio “Mater Puríssima” de Usera, Madrid;
en el discernimiento vocacional y en el camino recorrido hasta hoy. En muchos
momentos me sirven de iluminación las palabras del Papa Francisco en la
Encíclica Lumen Fidei Nº 57: “… la luz de la fe no quita el sufrimiento del
mundo, ni disipa nuestras oscuridades, sino que ,como una lámpara, guía
nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar”.
En este sentido y con mucha alegría agradezco la
nube de testigos que con su vida creyente han sido estímulo y me han ayudado a
mirar la vida y el mundo con los ojos de Jesús: María, madre y guía de nuestra
fe, Santa Cándida y Antoñita, muchas Hijas de Jesús de tan diversos lugares del
mundo, las diferentes comunidades donde he sido enviada, mi familia, laicos
comprometidos, educadores, colaboradores y todas las personas con las que de
tan diversas maneras he podido relacionarme en los diferentes lugares y
servicios.
A nivel eclesial, la experiencia del Concilio
Vaticano II en su preparación y desarrollo dejó una huella en mi vida hasta el
día de hoy y siento que nunca lo agradeceré suficientemente. Comencé el
postulantado a los pocos días de su apertura; la miramos por TV con las Hijas
de Jesús de la comunidad de Usera. La reflexión comunitaria y aplicación a la
vida de esta experiencia y del contenido de sus documentos acompañaron todas
las etapas de mi formación primero en España y luego en Argentina. Ciertamente
fue un acontecimiento del Espíritu que poco a poco nos ha seguido revelando el
sentido y las exigencias para la evangelización en los diferentes contextos
porque “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a
la vez, gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
Integrada en este proceso eclesial de renovación y
encarnación en el mundo al estilo de Jesús, la Congregación inició un camino de
clarificación y afirmación de su identidad y su modo de servir sumamente rico y
en el que trató de implicar de distintos modos a cada uno de sus miembros en
los diferentes contextos y presencias. La participación en la CG 1983 fue un
hito de la Congregación en el que inmerecidamente pude participar y vivir como
un proceso abierto al discernimiento sincero, trasparente, honesto, con todo lo
que implica de Misterio Pascual y de fecundidad apostólica en la comunidad de congregadas y para el
Cuerpo universal de la Congregación.
En mi vocación de Hija de Jesús, esta experiencia
congregacional sigue iluminando mi vida en misión a través de las CFI que
quisiera mantener como luz y vida en el camino del Señor. También fortalece el
sentido de pertenencia que se acrecienta en mí sintiendo como propio lo que en
la Congregación se busca, se vive, se sufre y se proyecta con esperanza tanto
ayer como hoy. Son muchos los rostros de Hijas de Jesús, presentes en esa
Congregación General y otras dispersas hoy por el mundo, en mi provincia y
comunidad local ampliada que, con la mirada y el corazón, puestos en Él me invitan a “… admitir y desear con todas
las fuerzas posibles cuanto Cristo Nuestro Señor ha amado y abrazado… ya que él
es el camino que lleva a los hombres a la vida.”
En este recorrido que me acerca a la celebración de
Las Bodas de Oro y mirando al futuro percibo que los procesos de adecuación y
reconfiguración que en estos últimos años vivimos, como experiencias de
discernimiento, de búsqueda y escucha atenta del querer de Dios para un mayor
servicio, siguen siendo kairós, tiempos de gracia acompañados por la presencia
viva del Espíritu.
Un regalo más para agradecer en el camino, es la
presencia del Noviciado Internacional en nuestra provincia, en Córdoba,
Argentina desde septiembre del 2014. Por las novicias y todas las que se
encuentran en las diferentes etapas de formación como Hijas de Jesús, doy
gracias al Padre con mucha esperanza. Y las tendré muy presente en la
celebración de acción de gracias el 31 de mayo tan entrañable para toda la
congregación y que este año coincide con la celebración litúrgica de la
Santísima Trinidad.
Mantengo un recuerdo muy especial de las etapas de
mi proceso formativo. Desde ahí les comparto que, la fidelidad del Señor nos
sostiene y acompaña siempre, siempre. A medida que pasan los años esta certeza
se hace mayor y en ella se afirma nuestra disponibilidad para servir con
generosidad y alegría en cualquier lugar, en comunión con el cuerpo y con
cuantos dispersos por el mundo formamos la Familia de Santa Cándida.
Claro que en ocasiones experimentamos nuestra
fragilidad e incertidumbre. Justamente ahí se fortalece nuestra fe y esperanza.
El Señor nos repite de muchas maneras y a través de diferentes mediaciones: “No
tengas miedo, yo estoy contigo”. La confianza es una actitud propia del
cristiano y la Madre Cándida nos la dejó como una nota propia del carisma que
estamos llamadas a vivir y compartir entre nosotras y con los demás. Es verdad
que “Solas nada, pero con Dios todo lo podemos”. Son muchos los que nos
esperan, en estos días, Jesús nos invita a permanecer en la fe, y a “Ir por
todo el mundo y anunciar la Buena Noticia a toda la creación”. Él nos envía,
cuenta con nosotros para que el Evangelio se encarne en el mundo hoy y en el
futuro de un modo más parecido al proyecto salvador del Padre.
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