30 mayo 2015

ROSARIO MARINA FI: “AGRADEZCO LA NUBE DE TESTIGOS QUE CON SU VIDA CREYENTE HAN SIDO ESTÍMULO Y ME HAN AYUDADO A MIRAR LA VIDA Y EL MUNDO CON LOS OJOS DE JESÚS"









Pertenece a la provincia AMÉRICA ANDINA
Comunidad La Plata-Montevideo-Villa Ocampo. Vive en La Plata
Siempre, y de modo especial desde los comienzos de mi vida religiosa como Hija de Jesús, me he sentido en camino. El camino es una imagen que me acompaña y estimula permanentemente.
En la ruta de mi vida, Jesús el Señor ha sido mi guía, indicando nuevos horizontes, reparando mis fuerzas, dándome una mano o llevándome en sus brazos, y siento con esperanza en lo hondo de mÍ misma, que su amor y su gracia me acompañarán a los largo de mis días, porque el es el CAMINO que conduce al Padre.
En ocasiones, me ha sorprendido con propuestas que nunca imaginé. Su invitación constante ha sido y es, a salir, a estrenar lugares, culturas, servicios, a empezar de nuevo, a aprender como los niños, a confiar, a guardar en el corazón como lo hizo su madre y a compartir gratuitamente con otros los dones recibidos.
Hacer memoria de estos cincuenta años es para mí, alabar al Padre con actitud filial, agradecer sus dones, los momentos de luz y de oscuridad, también alabar y agradecer la propia fragilidad que siempre me acompaña y que quisiera vivir desde la experiencia del amor compasivo de nuestro Dios, desde su fidelidad que espera, perdona, ayuda, a través de tantas mediaciones que me han estimulado con su palabra y testimonio a continuar a reemprender el camino con humildad y confianza.
Al contemplar la línea del tiempo deseo resaltar como fundamental la experiencia de fe que siento como el mayor regalo, el encuentro con la persona de Jesús desde mi infancia, en mi familia, mi parroquia, en el ambiente rural en que viví hasta entrar en contacto con las Hijas de Jesús en la comunidad del colegio “Mater Puríssima” de Usera, Madrid; en el discernimiento vocacional y en el camino recorrido hasta hoy. En muchos momentos me sirven de iluminación las palabras del Papa Francisco en la Encíclica Lumen Fidei Nº 57: “… la luz de la fe no quita el sufrimiento del mundo, ni disipa nuestras oscuridades, sino que ,como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar”.
En este sentido y con mucha alegría agradezco la nube de testigos que con su vida creyente han sido estímulo y me han ayudado a mirar la vida y el mundo con los ojos de Jesús: María, madre y guía de nuestra fe, Santa Cándida y Antoñita, muchas Hijas de Jesús de tan diversos lugares del mundo, las diferentes comunidades donde he sido enviada, mi familia, laicos comprometidos, educadores, colaboradores y todas las personas con las que de tan diversas maneras he podido relacionarme en los diferentes lugares y servicios.
A nivel eclesial, la experiencia del Concilio Vaticano II en su preparación y desarrollo dejó una huella en mi vida hasta el día de hoy y siento que nunca lo agradeceré suficientemente. Comencé el postulantado a los pocos días de su apertura; la miramos por TV con las Hijas de Jesús de la comunidad de Usera. La reflexión comunitaria y aplicación a la vida de esta experiencia y del contenido de sus documentos acompañaron todas las etapas de mi formación primero en España y luego en Argentina. Ciertamente fue un acontecimiento del Espíritu que poco a poco nos ha seguido revelando el sentido y las exigencias para la evangelización en los diferentes contextos porque “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez, gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
Integrada en este proceso eclesial de renovación y encarnación en el mundo al estilo de Jesús, la Congregación inició un camino de clarificación y afirmación de su identidad y su modo de servir sumamente rico y en el que trató de implicar de distintos modos a cada uno de sus miembros en los diferentes contextos y presencias. La participación en la CG 1983 fue un hito de la Congregación en el que inmerecidamente pude participar y vivir como un proceso abierto al discernimiento sincero, trasparente, honesto, con todo lo que implica de Misterio Pascual y de fecundidad apostólica  en la comunidad de congregadas y para el Cuerpo universal de la Congregación.
En mi vocación de Hija de Jesús, esta experiencia congregacional sigue iluminando mi vida en misión a través de las CFI que quisiera mantener como luz y vida en el camino del Señor. También fortalece el sentido de pertenencia que se acrecienta en mí sintiendo como propio lo que en la Congregación se busca, se vive, se sufre y se proyecta con esperanza tanto ayer como hoy. Son muchos los rostros de Hijas de Jesús, presentes en esa Congregación General y otras dispersas hoy por el mundo, en mi provincia y comunidad local ampliada que, con la mirada y el corazón, puestos en  Él me invitan a “… admitir y desear con todas las fuerzas posibles cuanto Cristo Nuestro Señor ha amado y abrazado… ya que él es el camino que lleva a los hombres a la vida.”
En este recorrido que me acerca a la celebración de Las Bodas de Oro y mirando al futuro percibo que los procesos de adecuación y reconfiguración que en estos últimos años vivimos, como experiencias de discernimiento, de búsqueda y escucha atenta del querer de Dios para un mayor servicio, siguen siendo kairós, tiempos de gracia acompañados por la presencia viva del Espíritu.
Un regalo más para agradecer en el camino, es la presencia del Noviciado Internacional en nuestra provincia, en Córdoba, Argentina desde septiembre del 2014. Por las novicias y todas las que se encuentran en las diferentes etapas de formación como Hijas de Jesús, doy gracias al Padre con mucha esperanza. Y las tendré muy presente en la celebración de acción de gracias el 31 de mayo tan entrañable para toda la congregación y que este año coincide con la celebración litúrgica de la Santísima Trinidad.
Mantengo un recuerdo muy especial de las etapas de mi proceso formativo. Desde ahí les comparto que, la fidelidad del Señor nos sostiene y acompaña siempre, siempre. A medida que pasan los años esta certeza se hace mayor y en ella se afirma nuestra disponibilidad para servir con generosidad y alegría en cualquier lugar, en comunión con el cuerpo y con cuantos dispersos por el mundo formamos la Familia de Santa Cándida.
Claro que en ocasiones experimentamos nuestra fragilidad e incertidumbre. Justamente ahí se fortalece nuestra fe y esperanza. El Señor nos repite de muchas maneras y a través de diferentes mediaciones: “No tengas miedo, yo estoy contigo”. La confianza es una actitud propia del cristiano y la Madre Cándida nos la dejó como una nota propia del carisma que estamos llamadas a vivir y compartir entre nosotras y con los demás. Es verdad que “Solas nada, pero con Dios todo lo podemos”. Son muchos los que nos esperan, en estos días, Jesús nos invita a permanecer en la fe, y a “Ir por todo el mundo y anunciar la Buena Noticia a toda la creación”. Él nos envía, cuenta con nosotros para que el Evangelio se encarne en el mundo hoy y en el futuro de un modo más parecido al proyecto salvador del Padre.

No hay comentarios: