La resiliencia está de moda. El concepto, proviniente de ciencias
como la ecología, la psicología o la resistencia de materiales, se
aplica ahora a casi todos los aspectos de la vida incluyendo el hábitat
humano por excelencia: la ciudad. Pero ¿qué es la resiliencia y cómo se
aplica al mundo urbano?
Según la Real Academia Española, la resiliencia
es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y
sobreponerse a ellas. Si aplicamos este concepto a cualquier
asentamiento humano podemos intuir los beneficios que puede representar
para cualquier ciudad y sus habitantes. El programa de ciudades resilientes de UN-Habitat (CRPP
por sus siglas en inglés) define las ciudades resilientes como aquellas
que tienen la capacidad de recuperarse rápido de los impactos que sufre
el sistema. Esta definición se basa en la concepción de la urbe como un
sistema de sistemas, un ente complejo que, a similitud del cuerpo
humano, requiere el buen funcionamiento de los distintos órganos para
gozar de buena salud.
Todos los asentamientos humanos sufren impactos cada día. Lo habitual
en el mundo desarrollado es que sean pequeñas interrupciones en el
suministro de agua o electricidad, huelgas que afectan al comercio o al
transporte público, averías o los propios trabajos de mantenimiento que
generan molestias a los usuarios. Otras veces, la ciudad experimenta
crisis y desastres como inundaciones o tormentas que comportan pérdidas
económicas y, en el peor de los casos, daños a las personas pudiendo
llegar a ser dramáticas cuando se refiere a grandes desastres naturales o
a conflictos armados con gran número de personas afectadas como en el
caso del reciente terremoto de Nepal.
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