Hay una frase que quizá no sea de las más conocidas de nuestra Fundadora:
”Cuanto mayor es la distancias que nos separa, mayor es el amor que nos une”, sin embargo encierra un gran mensaje y de gran actualidad sin duda. Nuestra vocación de Hijas de Jesús nos sitúa en dispersión. También la misión educativa a muchas otras personas con quienes la compartimos les marca un ritmo parecido. La movilidad es parte inherente a esa misión, donde haya mayores necesidades y esto significa que los ritmos son diversos, las distancias geográficas, los usos y costumbres, la cultura… sin embargo es precioso saber que tenemos un tronco común, una raíz fuerte con muchas ramas que se diversifican en formas, colores, matices… y que ese pluralismo es un don que se desprende de esa raíz y a su vez nos exige una fuerte comunión, beber la misma savia, alimentarnos del corazón del carisma que nos vincula.
Eso nos da la energía suficiente para salir, para estar disponibles, para atravesar el mundo, para admitir un abanico de posibilidades que no hacen a lo esencial sino que son propias de la variedad que nos caracteriza. El amor no conoce distancias, la fuente de vida que nos sostiene es de tal fuerza vital y refrescante, que no solamente la distancia no rompe la unión sino que los hilos invisibles de ese tejido son enlaces muy fuertes que nos sostienen de manera un poco misteriosa... y así vamos de un lugar a otro, cambiamos de casa, de país, de hemisferio… pero la pertenencia a un cuerpo universal se acrecienta.
Y este regalo, querida M. Fundadora, te lo debemos a ti. A esa pasión vital que te empujaba siempre a más, a no quedarte en lo conocido. ¿Cómo vivimos actualmente esto? ¿Vamos creciendo cada día en los vínculos afectivos aún en la distancia?
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