Cándida María de Jesús fue mujer de corazón grande, de mirada amplia, de horizontes abiertos… soñaba y llevaba a la vida sus sueños. No podía contentarse con el pequeño círculo donde irradiaba siempre sus amores más hondos: Dios, los pobres, la educación… necesitaba traspasar fronteras, ir más allá porque sus deseos de anunciar a un Dios Padre desbordaban su ser de mujer apasionada por esta causa.
Su frase “Al fin del mundo iría yo en busca de almas” no era una declaración de buenos deseos sino un proyecto que bullía en lo más hondo de su ser desde que descubrió que su vida era solo para Dios. Y es que cuando se opta por Jesús y su evangelio, sobre todo de modo tan radical como lo hizo ella, no se puede menos de vivir “en salida”, como nos dice actualmente el Papa Francisco.
Por eso pudo ver cumplido su anhelo de enviar a las primeras Hijas de Jesús a Brasil, un año antes de su muerte. Y esa chispa de espíritu misionero fue creciendo y ese incendio no se ha detenido. Las Hijas de Jesús somos “para ir”, allí donde seamos enviadas, a los lugares donde haya más necesidad de que el evangelio sea conocido, donde hombres y mujeres no encuentran las condiciones necesarias para vivir como seres humanos, donde la humanidad no sea plena …
Gracias, Cándida María, por no apagar ese fuego de tu corazón. Sigue contagiándonos con el mismo. No permitas que permanezcamos estáticas, sino que la disponibilidad sea nuestra primera característica, esa que nos da identidad de hijas y hermanas. Y que juntamente con los laicos y laicas, toda tu familia grande, no nos quedemos esperando sino que tomemos la salida hacia donde el Espíritu nos vaya llevando.
¿Cómo resuena su frase en nuestro corazón?
¿Estamos dispuestos?
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