Parece una total contradicción pero no lo es. Todos, sin excepción,
tenemos carencias, debilidades, miedos o inseguridades, y quien niegue
esta frase está queriendo creerse una imagen de sí mismo poco acertada.
Desconfiamos de aquellos que se nos presentan como “un seguro a todo
riesgo” que cubren cualquier situación sin fisuras, o de los que tienen
respuestas para todo y viven a golpe de certezas. Hoy en la
sociedad impera dar una “imagen de escaparate perfecto”, lo que nos ha
llevado a un callejón extraño en el que aceptar una debilidad personal o
laboral es una señal de derrota, decepción, o motivo de mofa
por los demás. Es imposible cambiar la sociedad de repente, pero sí
podemos hacerlo dentro de nosotros, modificar esos parámetros y
sobrevolar ese paisaje ficticio en el que nos movemos siempre con una
coraza. Solo así podremos aprender, unir lazos y hacernos más fuertes
gracias, quién lo diría, a nuestros puntos débiles o, más bien, a la
aceptación sin complejos de ellos, de lo que nos hace vulnerables.
No se trata de vivir cada día con el pañuelo e ir contando
nuestras penas al primero que se cruza. Se trata de encontrar un
equilibrio. Sacar pecho y mostrarse segura o seguro cuando
dominamos algo, cuando navegamos entre fortalezas es también positivo,
por supuesto que lo es. Si somos buenos en algo, demostrémoslo. Aunque
no nos engañemos, no somos buenos en todo (¡y menos mal!). No hay nadie que no haya tenido miedo de no estar a la altura en un momento determinado de su vida o a ser rechazado,
solo que nos da mucha vergüenza reconocerlo por pavor a ser atacados
por esa zona... incluso a veces nos cuesta aceptarlo a nosotros mismos.
En ocasiones, la imagen de escaparate perfecto también se vive hacia
dentro.
Por Pilar Jericó
No hay comentarios:
Publicar un comentario