19 marzo 2015

Retiro de marzo: AVIVAR LAS CENIZAS DEL DESEO

Ante el nuevo tiempo de Cuaresma que nos aprestamos a vivir, en realidad lo que importa no es tanto el camino que debamos recorrer, sino los encuentros que hagamos en sus vueltas y revueltas. Lo que importa es la pregunta más urgente: en estos cuarenta días de caminar por el desierto ¿voy a perderme si voy yo solo? ¿Hay alguien más que me saldrá al encuentro? ¿Dónde y cómo me sorprenderá? ¿Voy a dar algún rodeo para no encontrarme con él o con ella?
Evangelizar nuestra cultura del deseo desde las prácticas compasivas es ir haciendo un itinerario muy arriesgado. Porque supone desandar muchos de nuestros caminos, rehacer los recorridos de la injusticia y la marginación, pero con los otros, los que han sido puestos en el margen de la vida por nuestro propio deseo egoísta y estéril.
Y es, también, descubrir la fuerza de rehabilitación para nuestro desear. El camino de seguimiento de Jesús es un éxodo humilde. La metáfora de una historia con futuro se puede vivir cuando se reconoce el Éxodo de los pobres y se descubre el don divino que se nos regala, presencia pobre y oculta, pero salvadora para ellos y para nosotros.
La casa está con las puertas cerradas. Nuestro corazón, a oscuras, se encierra en su soledad y en su silencio cómplice. Y comenzamos a gustar, una vez más, las cenizas del deseo. El deseo es movilidad y dinamismo, pero la impotencia ante el mal y, sobre todo, ante el sufrimiento de los pequeños, hace que nos quedemos parados, quietos, gustando la incomodidad de nuestra propia vergüenza.
Por Xavier Quinzá Lleó sj

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