Yo en general soy una persona alegre y afable. Pero
el 8 de marzo y el sinnúmero de “feliz día” que le acompaña es la
criptonita de mi buen talante. El día de la mujer es para mí como la Navidad para el Grinch.
Y no es porque me parezca mal que dediquemos un día
al año a hablar sobre la realidad de las mujeres, lo que me indigna son
los discursos inflamados acerca del enorme sacrificio que las mujeres
hacen cotidianamente y lo heroicas que son por cuidar de sus familias,
trabajar a la vez y mantener el peso del mundo sobre sus hombros.
Valdría la pena recordar que si conmemoramos este día no es por lo
enternecedor de este esfuerzo, sino porque este es un sacrificio desproporcionado e injusto, y las mujeres pagamos un alto precio por él.
Por Gaby Jorquera
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