Carta nº 268 Octubre
1903
“… no consiste la santidad y el amor en buenas palabras, sino que
consiste en no disgustar a Dios y a quien se ama, cueste lo que cueste”
Esta
sería una de esas perlas de las que llamaría “famosas”, es decir, reconocibles.
O también de las llamadas de autor. Creo que refleja bien a su autora, refleja
su forma de ser y su objetivo vital.
Muchas
veces he escuchado eso de que hay que ser santos, que el camino del cristiano es
la santidad. Pero es la primera vez que alguien me explica qué es eso, alguien
que es capaz de decirlo con pocas palabras y claras para que todo el mundo lo
pueda entender. Y empieza aclarando algo que al principio me pasó
desapercibido: la santidad y el amor es lo mismo, ser santo y amar es lo mismo.
Y me paro a pensar en tantas frases de tantos santos que entendieron esto y lo
expresaron…, pero seguimos.
La
M. Cándida empieza diciendo lo que no es. Deja claro lo que no es para quitar
primero la broza que pueda tapar lo importante, despeja el camino para que
encontremos lo que define con tanta claridad, no nos podemos quedar en lo
secundario, simplemente, la santidad y el amor no son buenas palabras. Bien
claro.
Y
llegamos al núcleo, a la fuente de esta perla: Ser santo (amar) es no disgustar
a Dios. Y ahora es cuando imagino ese niño que sabe lo que quiere su
padre/madre y hace todo lo que puede y más por no disgustarle. Ese novio/a que
hace todo lo que puede por no disgustar a su pareja. Y así muchos ejemplos que
nos llevarían al mismo sitio. Incluso
intuyo algo más, no sólo hace todo lo posible para no disgustar, sino que
siempre encuentra el momento para sorprender al otro con algo más.
Sencillamente no disgustar a Dios es ser santo.
Casi se me
pasa por completo un detalle. No disgustar a Dios, eso queda claro. Pero añade “y
a quien se ama”. Grande la M. Cándida. Grande. A Dios y al hermano, al hermano
y a Dios. Horizontal y vertical, como tiene que ser. Como la señal de la cruz.
Cada una de
las frases de esta perla me va contestando a las preguntas que conforme escribo
me van surgiendo: ¿Y por qué no disgustar a Dios y a tu hermano? Porque le amas.
Y cueste lo
que cueste. Porque cuesta. Pero a eso estamos llamados y no podemos dejar de
intentar “ser” respuesta a esa llamada. Y cuesta. Pero cueste lo que cueste ahí
debemos estar. Porque si el grano de trigo no muere …
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