23 marzo 2015

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 268

Carta nº 268      Octubre 1903

“… no consiste la santidad y el amor en buenas palabras, sino que consiste en no disgustar a Dios y a quien se ama, cueste lo que cueste”

            Esta sería una de esas perlas de las que llamaría “famosas”, es decir, reconocibles. O también de las llamadas de autor. Creo que refleja bien a su autora, refleja su forma de ser y su objetivo vital.

            Muchas veces he escuchado eso de que hay que ser santos, que el camino del cristiano es la santidad. Pero es la primera vez que alguien me explica qué es eso, alguien que es capaz de decirlo con pocas palabras y claras para que todo el mundo lo pueda entender. Y empieza aclarando algo que al principio me pasó desapercibido: la santidad y el amor es lo mismo, ser santo y amar es lo mismo. Y me paro a pensar en tantas frases de tantos santos que entendieron esto y lo expresaron…, pero seguimos.

            La M. Cándida empieza diciendo lo que no es. Deja claro lo que no es para quitar primero la broza que pueda tapar lo importante, despeja el camino para que encontremos lo que define con tanta claridad, no nos podemos quedar en lo secundario, simplemente, la santidad y el amor no son buenas palabras. Bien claro.

            Y llegamos al núcleo, a la fuente de esta perla: Ser santo (amar) es no disgustar a Dios. Y ahora es cuando imagino ese niño que sabe lo que quiere su padre/madre y hace todo lo que puede y más por no disgustarle. Ese novio/a que hace todo lo que puede por no disgustar a su pareja. Y así muchos ejemplos que nos llevarían al mismo sitio.  Incluso intuyo algo más, no sólo hace todo lo posible para no disgustar, sino que siempre encuentra el momento para sorprender al otro con algo más. Sencillamente no disgustar a Dios es ser santo.

Casi se me pasa por completo un detalle. No disgustar a Dios, eso queda claro. Pero añade “y a quien se ama”. Grande la M. Cándida. Grande. A Dios y al hermano, al hermano y a Dios. Horizontal y vertical, como tiene que ser. Como la señal de la cruz.
 
Cada una de las frases de esta perla me va contestando a las preguntas que conforme escribo me van surgiendo: ¿Y por qué no disgustar a Dios y a tu hermano? Porque le amas.


Y cueste lo que cueste. Porque cuesta. Pero a eso estamos llamados y no podemos dejar de intentar “ser” respuesta a esa llamada. Y cuesta. Pero cueste lo que cueste ahí debemos estar. Porque si el grano de trigo no muere …

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