01 marzo 2015

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 265

Carta nº 265      Octubre 1903
“Pidan por él”

            Siempre viene bien pedir por alguien. Siempre ayuda que pidan por ti cuando estás con necesidad de abrazos, de consuelo. Y hoy la M. Cándida, siempre tan oportuna, nos recuerda que tenemos que pedir, que pedir a Dios por alguien es ayudarle, es quererle.

            Esta es una de esas perlas cortas que dice tanto como breve es ella. Pidan por él, pidamos por ella. Y en ella escribo los nombres de todas aquellas personas que están pasándolo mal por culpa de la enfermedad. Pido por Petra, por mi amiga, mi compañera de servicios y ratos compartidos. Pido por ella y en su nombre por todas aquellas personas que necesitan esa oración para aliviar esa pena, ese dolor o esa desesperación de no saber por qué.

            Pido desde la esperanza y la sonrisa. Pido desde la aceptación de la voluntad de Dios, de la que me fio aún sin entenderla. Yo pienso que cuando la M. Cándida pedía por él, lo hacía desde este ángulo, y así lo hago yo. Porque así lo aprendí y lo aprendo de sus Hijas. Porque así lo vivo a pesar de lo desastre que pueda ser en algunos momentos.

            Y ¿qué pasa con lo que pedimos?
            Pues sencillamente que es escuchado y trasladado. Así de sencillo y claro. Imagino a ese padre escuchando lo que su hijo le pide y no haciendo nada. No se entiende. No es posible. Pues cuanto más nuestro Padre ¿no nos escuchará? Nos escucha y hace lo que hacen los buenos padres: si es para tu bien te escucho y te lo concedo y si no es para tu bien no te lo doy. Hay otra opción: siempre te lo concedo pero con el tamiz de Padre, siempre te escucho, pero no siempre vemos lo que nos concede. Imagino a Dios gritando a nuestro corazón: ¡abre los ojos! Mira, pero mira de verdad, ¿no ves lo que tienes delante? Y nosotros mirando para otro lado.


            Pedid y se os dará.

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