Carta nº 261 Marzo 1903
Después de
recordar el paso de Jesús por Cafarnaún y su presencia en la sinagoga, hoy
podemos volver a decir lo que la M. Cándida dijo allá por la primavera de
principios del siglo veinte.
Dios
nos quiere y mucho. E ilumina el día a día con candelas para recordarnos que
nos quiere. Hoy es un buen día para recordar que si algo es Dios, es luz. Pero
de esa clase que nunca se apaga, que siempre acompaña.
Dios
nos quiere, y nos quiere a pesar de nosotros, a veces a pesar de nuestras
trastadas u olvidos.
Y
Dios nos sigue queriendo como a tantos con los que se cruzó por Galilea y a
tantos con los que se cruza por las nuevas galileas.
Y
Dios nos quiere porque es Amor. Y a nosotros se nos olvida tan pronto, lo guardamos
tan oculto que cuando queremos sacarlo nos cuesta mucho encontrarlo. Y se nos
olvida cuando perdemos el tiempo en buscar cantidades y no buscamos a las
personas. Se nos olvida cuando nuestra boca se llena de palabras y nuestras
manos se quedan vacías o poco llenas. Y así trascurren los días. Hasta que
llegará ese día donde descubriremos lo principal de lo secundario y nuestra
vida girará, dejando atrás muchas tonterías y mucho peso.
Ahora
se trata de darle la vuelta a la pregunta y poder decir: cuanto quiero a Dios.
Cuanto lo necesito en mi vida. A pesar de los sinsabores, de las
incomprensiones y de las confusiones.

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