09 febrero 2015

Los supervivientes del Tarajal recuerdan a sus compañeros en un homenaje en Tánger

—"¿Tu primo es musulmán o cristiano?", preguntó el forense del hospital Hassan II de Fnideq.
—"¿Y eso qué importancia tiene?", respondió Musa. Hacía dos horas que esperaba al forense en la puerta del hospital y buscaba a su primo, Larios Fotio. Creía haberle visto inconsciente en las aguas del Tarajal y se temía lo peor, pero no encontró a Larios, sino a Ibrahim Keita, un amigo a quien no se esperaba ver tendido en una camilla de la sala de autopsias. Salió del hospital en estado de shock, mirando al suelo y negando con la cabeza.
Hace un año, Musa no sabía que los forenses de Fnideq hacen siempre la misma pregunta, porque en caso de que el inmigrante fallecido no sea identificado ni se le conozca nacionalidad o religión o no se le pueda repatriar, se le entierra en un lugar reservado para estos casos en el cementerio de Tetuán. Eso es lo que pasó con las ocho víctimas de aquel 6 de febrero que terminaron el viaje de su sueño europeo bajo tierra marroquí. Otra fue repatriada a Camerún. Otra persona sigue desparecida. Las otras 5 restantes, enterradas en Ceuta.
El viernes, al cumplirse un año, Musa ni siquiera se enteró de que se celebró un homenaje en el centro de Tánger, pero sabía muy bien, cómo olvidarlo, qué día era. "Hacía frío y he pasado todo el día acostado. No ha sido un buen día". Hace un año, Musa consiguió salir del agua con vida y desde entonces sobrevive en Tánger, en el barrio de Boukhalef. Desde allí una veintena de personas se desplazaron hasta el centro de la ciudad para recordar a los fallecidos, rendirles homenaje y denunciar, ése era el lema de la convocatoria, "la guerra de la Unión Europea contra inmigrantes y refugiados" en un acto organizado por un grupo de activistas europeos procedentes de varios colectivos que trabajan apoyando a los inmigrantes subsaharianos.
Por Elena González

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