Muchos han tomado por lema, hablando de redes sociales, que es mejor formular preguntas que dar respuestas.
Y no puedo estar más en desacuerdo con el tema, cuando se hace de este
un absoluto que no lleva a ninguna parte. Bien es verdad que vivimos, y
compartimos, un mundo relativista y que en las redes sociales se palpa
este tema como ningún otro. Bien es verdad que las preguntas en la vida
son fundamentales, pero no de cualquier modo. La pregunta por la
pregunta, cuando no se tiene nada más que decir, ¡tampoco!
El tema viene a propósito de una cuestión que hace poco me planteaban, y que me resultó verdaderamente interesante. Proponía pasar de “la pastoral de los contenidos” a “la pastoral de las preguntas”.
En un primer momento, me sonó muy bien. Además me venían ecos del libro
–y persona- de Antonio Spadaro. Pero cuando me detuve un poco más sobre
el asunto me detuve en otros derroteros: ¿Por qué se escapa, con tanta
facilidad, de los contenidos en la Iglesia? ¿Qué problema tienen los
cristianos con el contenido de su fe? ¿De dónde proviene esa sensación,
tan extendida, de la falta de capacidad para comunicarlo? ¿Será
simplemente ruido de los medios, que en el trato personal se superan con
mayor facilidad? ¿O será que los contenidos de la fe, y por tanto los
contenidos dogmáticos y morales, están todos mezclados sin prioridades,
oscureciendo de algún modo su esencia? Y muchas más.
Por José Fernando Juan Santos
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