La rutina como escenario para la felicidad. Sopa con
fideos de cena. La ropa que se seca bajo la mesa camilla. Los niños, a
la cama a las nueve y media. Una felicidad modesta e intensa, la
felicidad nerviosa que ocupa el vacío dejado por el miedo y que alcanza
para llenar el pisito de dos habitaciones, recuperado cuando ya parecía
irremediablemente perdido.
José Salas, Ana María Pérez y sus dos hijos están de nuevo en su
casa. Suya, sí, ahora más que nunca aunque en los papeles ponga que es
del banco. La familia desahuciada de Dos Hermanas, a la
que cambiaron la cerradura en su ausencia sin que pudieran sacar
siquiera algo de ropa y medicinas, ha logrado regresar a su vivienda
mediante el pago de un alquiler social (unos 50 euros
mensuales) por un plazo de tres años, prorrogable si hay acuerdo por
ambas partes. También les han condonado la deuda por impago de la
hipoteca. Y han conseguido otra cosa. Lo imposible: que el banco les pida perdón.
Por Francisco Javier Recio
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